Hoy no vengo a contarles ninguna historia. Hoy les traigo algo sin lo que mis historias quedarían un poco huérfanas.
Aquellos que siguen el blog desde hace un tiempo —y los que me conocen desde hace más aún— saben el importante papel que juega la música en mi vida. Cada momento importante ha tenido siempre una banda sonora asociada. Unos acordes que complementaban mi estado de ánimo en cada circunstancia, que grababan a fuego sentimientos y momentos especiales, tristes o felices, pero siempre inolvidables. Recuerdo hacer recopilatorios de música en un patético intento de declarar amores imposibles; ver Alta Fidelidad pegado a la pantalla sintiéndome absolutamente identificado con el personaje de John Cusack, al menos en lo que a música se refería —el trauma de aquel hombre con las mujeres merecería un post enterito para él solo—, y ser incapaz de concebir la vida sin unos auriculares que añadían acordes a mis pasos, textos, viajes y deseos.
Cuando comencé a recopilar mis historias en este blog sabía que no estarían completas si no le añadía una banda sonora a cada una — aunque luego cada cual eligiese si escucharla o no— puesto que yo no era nada sin mi música, y mis relatos eran una extensión de mi persona. ¿Cómo darle la espalda a la música cuando ella formaba una parte indivisible de mi historia?
A lo largo de este escaso año y medio he procurado complementar cada historia con una canción que tuviese una relación más o menos estrecha con ella. A veces la música se asociaba al momento de escribir el relato; otras, su letra ayudaba a entender el significado subyacente; algunas veces simplemente tenían un título que servía de hilo conductor de mis pensamientos, pero en la mayoría de las ocasiones existía una profunda conexión entre la canción y la persona, recuerdo, o tema que la inspiró en primer lugar.
Sea como fuere, ninguna de las canciones elegidas ha sido una elección caprichosa o producto del azar, y por eso me parecía importante recogerlas todas en un mismo lugar, sirviendo de recipiente sensorial de mis locuras.
Es divertido tenerlas todas juntas y ver lo dispares que son unas de otras, releer los relatos que tienen asociados, volver a asociarlos con las imágenes que las acompañan —ese es otro tema que daría para una entrada completa—, recordar la realidad que se esconde detrás de la ficción y revivir los mágicos y solitarios momentos de creación literaria.
Si bien no está toda la música que me representa —sería complicado que los lectores se concentrasen en un relato mientras suena el I’m broken de Pantera o el Killing in the name, de Rage Against The Machine— sí que me representa toda la música que está, que es mucha y muy variada. He procurado evitar, en la medida de lo posible, repetir artistas —salvo en el caso de Mondo Diavolo por motivos evidentes— y buscar versiones que ayudasen a seguir el hilo de la historia y no incomodase demasiado la lectura. Lo primero ha sido una labor titánica; esto último lo he conseguido a duras penas.
En cualquier caso, espero que disfrutes tanto como yo de esta lista de Spotify, que irá creciendo poco a poco, con el devenir de los textos.
Ojalá que tus pasos sigan siempre el compás de tus canciones favoritas.