Reflexiones de un paseo necesario

Siguiente entrega de la antología «Esto lo contamos entre todos», que surgió como una manera de dar voz al subconsciente de todos aquellos que, durante la cuarentena que comenzó el 15 de marzo de 2020, se prestaron a participar en este experimento.

El resultado de ese esfuerzo fue un compendio de cuarenta y cuatro variopintos relatos de diversos géneros —desde comedia o drama, hasta ciencia ficción, realismo mágico o terror—, que crecían y se imbricaban poco a poco, conectándose entre sí para formar un universo complejo y orgánico en torno a los conceptos de pandemia, cuarentena y encierro en sus sentidos más amplios, pero con la suficiente entidad propia como para ser intemporales.

En esta ocasión partía de la premisa «Paseo mañanero en el que te das cuenta de que, aunque nunca lo creíste, ahora estás mejor que antes», propuesta por @pcorizq

Cuando te obligan a parar tu vida por completo, puedes darte cuenta de que necesitabas, como mínimo, ralentizar un poco tus pasos.

Reflexiones de un paseo necesario

Es jueves, temprano y jamás pensé que vería algo así fuera de una película de Amenábar.

Calles anchas donde en cualquier otro momento apenas distinguirías las aceras entre el bosque de carne en movimiento, ahora se sumergen en silencio; como un manto roto únicamente por el apenas recordado trino de los mirlos.

La escena es sobrecogedora y a la vez me embarga de una paz culpable, y de la clara epifanía de que somos demasiados en el mundo.

—¡Vamos, Ruffo!

Como cada mañana saco a pasear a mi peludo compañero de fatigas, una mezcla hiperactiva de gran danés y labrador que necesita su dosis de carrera. Hoy no, querido Ruffo, hoy solo toca mear y para casa, que el horno no está para hacer lasaña.

Me cruzo con un policía, único recordatorio de que no soy el Hombre Omega, y me mira como dudando de si pedirme o no el salvoconducto. Señalo a Ruffo con el mentón y ambos nos miramos con cierta complicidad y una sonrisa cansada que lo dice todo. Que ya falta menos, que de esta salimos, aunque no sepamos cómo, que por favor quédate en tu puta casa.

Pienso en aquel policía, en los sanitarios, cocineras, riders semiesclavos, en las «kellys», los autónomos que no pueden facturar, pero que tienen que pagar la cuota. También pienso en la gente a la que han echado y en los parados de larga duración para los que la cuarentena poco ha cambiado un futuro que ya venía gris de serie.

Reflexiono sobre la cultura, que está salvando a muchos de tirarse los trastos a la cabeza o de tirarse por el balcón directamente. Irónica asesina de horas muertas, de fantasmas e ignorancia, que será la primera en morir cuando todo esto acabe. Porque durante las crisis el miedo suele vencer a la razón, pero es el olvido el que después remata la faena.

La culpa me atenaza cuando pienso en todo eso y luego hago balance de mi vida. Sin llegar a los mil euros al mes y echándole más horas que un tonto, me siento un privilegiado. Porque puedo seguir trabajando desde casa. Porque puedo seguir trabajando en lo mío, aunque haya quienes no lo consideren esencial y lo quieran hacer desaparecer.

Tampoco es que tuviese grandes lujos ni demasiada vida social antes de la pandemia, pero metido en casa todo el día he podido ahorrar un poco, y hasta he perdido algunos kilos que sobraban.

Parece increíble cómo se relativiza todo cuando el mundo entero te da un vuelco. Cómo contrasta el horror humano y sanitario con la tregua que le estamos dando al planeta. Cómo resulta que sí que nos acordamos del bien común cuando pintan bastos. Al menos casi todos.

Espero que, cuando por fin superemos esta crisis y lloremos a nuestros muertos, esto no se convierta en aquella escena del flechazo de Big Fish, en la que, para recuperar el tiempo detenido, todo tiene que ir al doble de velocidad.

Un relato de Fernando D. Umpiérrez

A partir de la premisa de @pcorizq:
«Paseo mañanero en el que te das cuenta de que, aunque nunca lo creíste, ahora estás mejor que antes».

«Esto lo contamos entre todos». © Todos los derechos reservados.

Banda Sonora Opcional: Another day in Paradise – Phil Collins

Publicado por Fernando D. Umpiérrez

Guionista, escritor, superviviente y tan biólogo como médico el Gran Wyoming. Un soñador empedernido encerrado en el cuerpo de un pragmático redomado. Observador impasible de realidades alternativas. Ahora sobrevivo como guionista de fortuna. Si buscas alguna historia y no la encuentras, quizás puedas contratarme...