Piélago dragante
El pasado martes fue el cumpleaños de Jorge, un buen amigo y apasionado por el bodyboard. Por este motivo (y porque a mí pocas excusas me hacen falta), aprovecho para publicar una versión actualizada del texto que le escribí hace tiempo por el día de Sant Jordi. Fue un experimento improvisado que comenzó como una broma escrita en apenas una hora, aunando su pasión por coger olas, con el mito de San Jorge y el dragón, y que terminó convirtiéndose en una especie de corta pero intensa épica que demuestra lo peligroso que resulta pedirle un regalo a un desequilibrado mental como yo. Sin más dilación, espero que les guste.
Piélago dragante
El frío desgarraba su armadura de velcro y neopreno, y la humedad cargaba en su piel el falso peso de los años que aún le quedaban por vivir. Apenas sentía ya su cuerpo entumecido, fiel reflejo de las horas de contemplación y larga espera. Por fin, vio en el horizonte al enemigo desplegando sus fluidas alas de coral y algas marinas. Aumentando su tamaño a cada paso. Retándole, con un rugido atronador, a domar al hijo predilecto de Neptuno.
Aspiró el salado aroma que le rodeaba, dejándose envolver por la magia de quien, al tiempo que imponía con su presencia el mayor de los respetos, imbuía en su espíritu una valentía que no creía merecer. Aquel combate, tantas veces repetido, impregnaba cada célula de su cuerpo de una mezcla perfecta de temor y adrenalina. Era el combustible que le permitía seguir hacia delante, dándole el valor necesario para enfrentarse a una realidad demasiado opaca.
Cuando el abismo de la incertidumbre se abría ante sus pies, cada decisión era una pesada carga sobre sus hombros y cada paso un interrogante que anudaba su garganta. Mantener la cordura ante esa situación era complicado y solo aquellos momentos de feroz contienda hacían que el resto de la vida se le hiciese llevadera.
Intentó alejar el odio que crecía en su interior contra un mundo que apenas entendía. Necesitaba serenar la mente. Este era su momento y no iba a permitir que ningún factor externo se interpusiese entre él y la bestia a la que tanto respetaba. El único adversario digno.
Con el arrojo de quien nada tiene que perder, se lanzó hacia la batalla apoyado en su escudo más preciado, ganando velocidad y determinación con cada brazada. Y, haciendo honor al nombre que le habían otorgado, miró a la muerte cara a cara, dispuesto a doblegar al Gran Dragón de océano y espuma.
Un relato de Fernando D. Umpiérrez
Banda Sonora Opcional: Will O The Wisp – Opeth