Persiguiendo la entelequia
He quedado con mi amigo Pablo para ponernos al día después de mucho tiempo de no vernos. Ese tipo de reuniones que te sacan de la inercia del día a día, donde recuerdas historias pasadas que coronas con promesas vacías de futuros reencuentros. Sí, exactamente esas citas que anhelas porque te dan la vida, pero se repiten menos de lo que deberían, porque los amigos hay que cuidarlos y parece mentira que seamos tan desastres.
Mi afán de puntualidad ha hecho que llegue demasiado pronto. Aún quedan cuarenta minutos, así que entro en un bar cercano llamado: La cervecería, lo que denota una desbordante imaginación, a la altura del culto a la higiene que profesan los dueños del local. No veo a nadie, por lo que me freno un poco pensando que quizás aún no hayan abierto las puertas al modesto público.