Misiva para un futuro escritor
Mi vida no es lo suficiente interesante para relatarla sin la fermentada inhibición de una fría cerveza entre las manos. Sin embargo, llevo un tiempo queriendo compartir una reflexión.
Siento alejarme momentáneamente de la dinámica del blog, pero necesitaba poner en contexto mi experiencia. Hacer partícipe al lector de mi literario desahogo.
Una serie de catastróficas desdichas…
Aunque el espíritu de Orfeo se empeña en obligarme a mirar continuamente a mis espaldas, no creo ser de los que se han sentado en un sofá a ver la vida transcurrir. No puedo considerarme el niño que siempre quiso ser astronauta, médico o detective y luchó para alcanzar su meta. Lo único que se me daba bien era devorar libros como el reo cuenta días, dando tumbos por la vida al servicio de mi dispersa imaginación, pero estudié una carrera –algo tremendamente práctico hoy en día para abrirte las puertas de un futuro– porque algo tenía que elegir, a pesar de no tener claro ni quien era, y ejercí de emprendedor –con lo fácil que te lo ponen–, cuando la pasión académica se tornó en decepción laboral y falta de oportunidades.
Cuando mi camino emprendedor fracasó traté de reciclarme, pese a las dificultades externas y las barreras internas. El mundo se me vino encima a golpe del equivocado concepto que tenemos de «fracaso», pero debía combatir ese miedo a iniciar cualquier otro proyecto manteniéndome en movimiento, así que procuré no quedarme quieto. Me formé en ámbitos diversos para intentar ganarme el pan y procuré teñir de optimismo (no sin dificultades) el obligado retorno al nido familiar, el fin de cierta independencia, la deriva de un mundo con escasas posibilidades para quien tiene formación y ganas, pero carece de experiencia o excesiva juventud. Y mientras, escribía historias para no volverme loco.
Aguanté con estoica resignación el no encontrar trabajo porque no lo he buscado bien, porque de lo mío hay, sin tener muy claro qué era lo mío, y porque aunque no fuese de lo mío, trabajo hay aunque sea para ir tirando. Porque hay que trabajar de cualquier cosa aunque sea explotado y por migajas. Porque el trabajo nos hace libres, aunque en la antigua Roma los únicos que «trabajaban» eran los esclavos. De todo intenté sacar una enseñanza, y de cada pequeño éxito y estrepitoso fracaso se filtraba una pequeña gota al tintero de mis relatos.
…que te ponen, sin quererlo, en el camino
Sin embargo, tras mucho tiempo sin atreverme a salir a flote, sin un camino claro que escoger y con la autoestima por los suelos, me di cuenta de que mi único momento de descanso me lo daba deformar la realidad hasta someterla a mis designios; escribir historias cotidianas, disparatadas, dramáticas o cómicas. Escribir para huir de los reveses de la vida, escribir para inventarme vidas alternativas. Escribir de lo que fuese, pero escribir al fin y al cabo. Por ello tomé una decisión crucial: Hacer de mi desgracia una virtud e intentar sacarle algún provecho. Hacer de mi única forma de realización personal, un camino profesional cargado de obstáculos e incertidumbres.
[pullquote]De todo intenté sacar una enseñanza, y de cada pequeño éxito y estrepitoso fracaso se filtraba una pequeña gota al tintero de mis relatos.[/pullquote]Por eso decidí poner los conocimientos aprendidos en tantos cursos y libros al servicio de un blog donde volcar mis cuerdas locuras en negro sobre blanco y compartirlas con quien me regalase su preciado tiempo. A raíz de ahí surgieron proyectos modestos aunque muy interesantes. Muchos alejados de mi zona de confort y de mi forma de escribir –guiones, videojuegos, cortos o libros ilustrados–, pero gracias a los cuales estoy adquiriendo mucha experiencia en los infinitos lenguajes con los que se pueden narrar historias, y cierta esperanza de convertir en realidad el sueño de trabajar en lo que amo.
¿Y a dónde quiero llegar con todo esto?
Pues para tratar de transmitir la dificultad de crear realidades de la nada, de lo difícil que es sentarse frente a un folio en blanco, sea cual sea la edad, experiencia o recorrido, sin saber si llegarás a alguna parte, o teniendo la certeza de no poder alcanzar ninguna recompensa. Horas leyendo, estudiando técnicas y trucos de libros y revistas literarias (muchas veces de manera autodidacta por falta de recursos). Buceando entre concursos y certámenes. Tratando de estar al día y mantener el contacto con otros escritores.
Y mientras, muchos con los que me cruzo escuchan el único relato sin un ápice de ficción que tengo que contar y asienten comprensivos, alabando mi valentía, elogiando mis proyectos, para acto seguido sugerirme un posible trabajo de comercial que podría interesarme, o hablarme de las próximas oposiciones que saldrán para ser administrativo en la agencia tributaria.
Porque en este país ser escritor es solo un bonito pasatiempo. Algo con lo que entretenerte mientras aparece un trabajo de verdad. Porque no puedes tomarte en serio la cultura y creer que puedes trabajar haciendo algo con lo que realmente disfrutas. Porque parece que un trabajo, si no supone un sufrimiento, no puedes considerarlo como tal.
Sin embargo, me resisto a darme por vencido porque me apasiona hilvanar ideas con teclado o estilográfica. Mezclar relatos con fotografías, ilustraciones, música o películas. Dar vida a la imaginación ajena y propia, a través de medios tan antiguos como la memoria. Y convivir con y para mis pasiones aunque, hoy por hoy, sea casi imposible vivir de ellas. Porque no soy escritor, pero me encanta escribir historias.
Una reflexión de Fernando D. Umpiérrez
Banda Sonora Opcional: My Letter – Flaw