Caminos

Llevaba ya demasiado tiempo atascado en aquella maldita bifurcación, sin ser capaz de elegir qué camino escoger y sin más ayuda que la mirada perdida y triste de mi orgulloso corcel.

En una dirección se extendía una llanura, plácida, sin complicaciones y alejada del bullicio de la civilización. Eso me resultaba extrañamente reconfortante, aunque sabía que iba a ser un camino solitario y melancólico. La otra, por el contrario, me metía de lleno en la gran ciudad, una vereda plagada de aldeas en las que los peligros eran constantes y la interacción con mercaderes, estafadores y ladrones, prácticamente obligatoria. Debería soportar humillaciones continuas que pondrían a prueba mi infinita paciencia, a la hora de contenerme en desenvainar el afilado y ponzoñoso acero. Era una perspectiva desalentadora cuando menos y, pese a ello, aquel largo suplicio no me alejaría de mi objetivo, aunque me condenase a una muerte casi segura.

[pullquote]Tenía tan clara mi meta como el hecho de que una de las rutas jamás me permitiría alcanzarla. Decisiones, decisiones.[/pullquote]

Cualquier persona coherente hubiese elegido la primera opción sin pensárselo un instante. El problema es que yo solía pensar demasiado. Muchos me habían preguntado si realmente aquello por lo que luchaba merecía semejante sufrimiento, o si tan siquiera era real. Muchas veces yo mismo me había cuestionado si estaba en mis cabales. Si no sería un mero producto de mi excesivamente romántica e idolatrante imaginación, aunque sabía que la respuesta era mil veces ambigua.

En el fondo sabía que poco me importaba el premio al final de la aventura. Lo que realmente impulsaba mis pasos era la determinación de no quedarme quieto. El látigo de mi pasado azotándome en la espalda.

Siempre que elegía el segundo camino terminaba por sufrir toda suerte de calvarios, lamiéndome las heridas en soledad, incomprendido y en silencio. Viendo la injusticia del mundo frente a frente, mirándolo a los ojos y obligándome a esbozar una sonrisa forzada y cargada de frustración, planteándome a cada paso si realmente merecía la pena. Sin entender cómo podía ser aquella opción ser la menos cobarde, cuando tantas veces debía hincar la rodilla o negar los gritos desgarradores de mi propio corazón. Y, sin embargo, cuando había optado por la primera de las opciones, monótona y sencilla, terminaba regresando precipitadamente sobre mis pasos con el gran temor de no volver a encontrar aquel cruce de caminos. Decisiones, malditas decisiones.

Respiré profundamente, cerré los ojos esperando, sin demasiada fe, que algún translúcido felino de sonrisa prominente me diese alguna pista, con chanza, sobre qué camino debía escoger.

Tras un largo tiempo, casi infinito, solté lentamente el aire, recogí mis bártulos y, con un firme golpe de rienda, inicié el descenso por el camino pedregoso, escuchando poco a poco cómo el ruido de la humanidad se hacía cada vez más palpable.

 

Un relato de Fernando D. Umpiérrez

 

Banda Sonora Opcional: End of the road – Eddie Vedder

 

Publicado por Fernando D. Umpiérrez

Guionista, escritor, superviviente y tan biólogo como médico el Gran Wyoming. Un soñador empedernido encerrado en el cuerpo de un pragmático redomado. Observador impasible de realidades alternativas. Ahora sobrevivo como guionista de fortuna. Si buscas alguna historia y no la encuentras, quizás puedas contratarme...