Paradójica actitud
ALFA
Andrea se sentaba cada día a tomar su pieza de fruta en un banco cercano a la facultad. Necesitaba esta rutina para mantenerse serena el resto del día. No importaba qué fruta fuese, siempre que fuese fruta, en ese banco y sin compañía; formaba parte de ella y por algún absurdo motivo le hacía sentirse especial. Aquel era su rincón oculto y personal. Daba igual si hacía frío o calor, si había tenido un día pésimo o si se habían vuelto a reír de ella. Era su momento y nada podría estropearlo.
Un día, dirigiéndose ansiosa a su edén entre el asfalto, observó una figura lejana que fue tomando forma mientras se acercaba. Parecía un muchacho y… ¡Oh Dios mío, estaba sentado justo en su banco! No podía ser, aquel banco estaba en la parte trasera de la facultad, raído por los años y la falta de uso; nadie lo usaba excepto ella.