Oruga

Estaba abatido en aquellos escalones cuando apareciste, con tu enorme sonrisa y un pastel de chocolate en la mano, dispuesta a sentarte justo encima de mí. Casi me aplastas, pero te percataste de mi existencia cuando ya había desistido de entender a la raza humana. Estaba anonadado con aquella mirada curiosa y penetrante que me observaba desde las alturas. Era difícil aceptar mi condición de oruga cuando, normalmente, nadie quería cruzarse con una.

Me cogiste con la mano y en ese momento deseé hablarte, contarte cómo era ser una oruga y las hojas de parra que más me gustaban, pero cuando abrí la boca, eché de menos la utilidad de unas cuerdas vocales. Era inútil un entendimiento lógico e interesante entre un gusano peludo y un humano de tal belleza, y sólo alcanzaba a balbucear ruiditos incoherentes, muy acordes con mi lepidóptero estado.

Cuando ya había resignado mi alma a ser oruga para siempre, sin fijarme en aquellos a los que antaño había deseado y a los que hasta hace poco había pertenecido, sin llegar nunca a comprenderlos, apareciste y me devolviste la esperanza. Había pedido un nanosegundo ¿era aquello lo que entendían por oportunidad?

Vaya sentido del humor – pensé – Ahora que no puedo expresar mis sentimientos aparece alguien que realmente quiero que los escuche.

Te marchaste deseándome lo mejor y nunca más volvería a verte.

[pullquote]Cuando ya había resignado mi alma a ser oruga para siempre, apareciste y me devolviste la esperanza.[/pullquote]

La tristeza entonces invadió mi corazón y, al devolverme con delicadeza a la realidad de asfalto caliente, golpeé resignado el suelo con todas mis patitas. Esto era ya la gota, que colmaba un mar de lágrimas en el que me ahogaba siempre a deshora y en silencio. Ahora deseaba estar sólo y todo lo que me rodeaba se empeñaba en impedírmelo. Una mariposa que quería hacer amigos sin comprometerse a escucharlos, un pájaro que trataba de comerme en cuanto bajase las defensas, una hermosa oruga que trataba de cortejarme. Pero yo no deseaba más que una cosa: salir de esta horrible fábula sin sentido.

Era paradójico cómo, cuando era hombre, pensaba que estaba desperdiciando mi vida sin hacer nada y acumulando tribulaciones propias e impuestas. Cómo anhelaba los deseos desenfrenados del bohemio, o la vida sin complicaciones que pudiese tener una oruga.

Siempre hay que pensar dos veces lo que se desea. Tal vez algún día se nos conceda.

 

Un relato de Fernando D. Umpiérrez>

Banda Sonora Opcional: Creep (Radiohead cover) – Postmodern Jukebox ft. Haley Reinhart

Publicado por Fernando D. Umpiérrez

Guionista, escritor, superviviente y tan biólogo como médico el Gran Wyoming. Un soñador empedernido encerrado en el cuerpo de un pragmático redomado. Observador impasible de realidades alternativas. Ahora sobrevivo como guionista de fortuna. Si buscas alguna historia y no la encuentras, quizás puedas contratarme...