Lucy

Lucy siempre había velado por aquellos a los que amaba, guiando sin querer ser guiada, como un faro que evita que los bajeles pierdan el rumbo y encallen por culpa de su propio peso, iluminando sus almas sin iluminarse nunca a sí misma.

Sólo la luna se percataba de su tristeza y compartía su silencio, cuando mostraba su cara plena y comprensiva. Solo el cielo, con sus diamantinos ojos brillantes, era capaz de entender la soledad de su corazón.

[pullquote]Solo el cielo, con sus diamantinos ojos brillantes, era capaz de entender la soledad de su corazón.[/pullquote]

Lucy lloraba por dentro y por fuera, porque sus pasos servían de camino momentáneo a quienes se cruzaban en su vida, pero cuando miraba hacia delante no encontraba huellas en las que ella pudiese meter los pies.

Lucy quería con locura, se entregaba con pasión, reía con ganas, pero no sabía ser feliz -¿o no quería? – Siempre dudó porque siempre tuvo cierta sensación de autoboicot. De impulsar sus pies en la dirección opuesta, cuando el miedo irracional a ser dichosa hacía acto de presencia.

Era lista, sensible y curiosa, de eso no cabía duda. Se preguntaba el porqué del mundo pero siempre con tristeza. Sin embargo, nunca le habían dado las herramientas para aventurarse a responder esas preguntas y el pánico terminaba siempre atenazando su corazón, que había recubierto con una eficaz corteza de indiferencia.

Por eso se evadía en mundos imaginarios, música estridente y cotidianidad.

No dejaba que nadie atravesase esa coraza porque tenía miedo. ¿Al compromiso? ¿A que le hiciesen daño?

Seguramente a todo eso y mucho más le tenía miedo la pequeña Lucy. Pero había algo que aterraba profundamente a ese corazón inquieto, por encima de las demás cosas: La decepción propia y ajena; el darse cuenta, algún día de otoño, de que era absolutamente incapaz de amar.

 

Un relato de Fernando D. Umpiérrez

 

Banda Sonora Opcional: Lucy in the Sky with Diamonds (The Beatles cover) – Tuna Milk

Publicado por Fernando D. Umpiérrez

Guionista, escritor, superviviente y tan biólogo como médico el Gran Wyoming. Un soñador empedernido encerrado en el cuerpo de un pragmático redomado. Observador impasible de realidades alternativas. Ahora sobrevivo como guionista de fortuna. Si buscas alguna historia y no la encuentras, quizás puedas contratarme...