Ted Chiang (New York, 1967) no es un autor excesivamente prolífico, su biografía no alcanza la veintena de relatos cortos publicados en los últimos treinta años. Y tampoco es fácil de digerir; su narrativa explora conceptos de tal complejidad que te obliga a escarbar en las palabras y su sentido y a echar la vista atrás al terminar más de un párrafo, para entender la magnitud de su mensaje. De hecho, el gran público no supo de su existencia hasta que en 2016 el director Denis Villeneuve trasladó a la gran pantalla su relato La historia de tu vida —recogido en esta antología homónima— con el nombre de La Llegada (Arrival).
Uno se podría preguntar, entonces, cómo es posible que más de la mitad de sus relatos hayan sido galardonados con los más prestigiosos y diversos premios internacionales de la ciencia ficción (Nébula, Hugo, Locus, entre otros), y que algunos incluso se publicasen en revistas científicas de gran importancia como Nature. Y esta cuestión es fácil de responder al adentrarse en sus páginas.
No hay pilar de nuestra sociedad que no se tambalee en alguno de los ocho relatos que componen este libro, guardando un equilibrio perfecto entre ciencias y humanidades.
Cada uno de sus relatos está finamente diseñado para destrozar todos tus esquemas. Para cuestionarte tu propia realidad y replantearte conceptos científicos, sociales y filosóficos desde un prisma completamente novedoso. Y la elegancia con la que hilvana esas ideas a través de ficciones deliciosamente elaboradas puede llegar a quitar el aliento.
Ted Chiang no le hace ascos a ningún tema, desde la mitología a la religión, desde la biología a las matemáticas, la química, la psicología o la sociología. No hay pilar de nuestra sociedad que no se tambalee en alguno de los ocho relatos que componen este libro, guardando un equilibrio perfecto entre ciencias y humanidades.
Al leer los relatos recogidos en La historia de tu vida, ciertos engranajes comienzan a ponerse en movimiento. Sientes que hay algo más allá de las originales historias que se suceden delante de tus ojos. Y pronto te percatas del hilo invisible que mantiene unidas sus costuras.
Da igual la temática que abarque, cada uno de los relatos hacen referencia de un modo u otro al concepto de lenguaje. Ya sea aludiendo al origen bíblico de las lenguas; como una nueva forma de comunicación, necesaria al superar las barreras de nuestro propio intelecto; sumergido en las obsesiones por desentrañar las paradojas del lenguaje matemático; como vehículo para relacionar la estructura lineal de nuestros idiomas con nuestra propia percepción del espacio-tiempo; o como un elegante símil entre la genética y el misticismo judío, que confiere a las palabras el poder de animar lo que está dormido.