Al final los androides no conciliarán el sueño

La decadencia y la resignación impregnan la vida de los olvidados. De aquellos despojos que no alcanzan a ser ciudadanos de pleno derecho y que se ven obligados a permanecer en el antiguo hogar de la Humanidad, cuando la propia Humanidad apenas los recuerda.

La distopía es una realidad patente en un mundo cubierto por un eterno polvo radiactivo, que ha dilapidado la mayoría de la vida salvaje en la Tierra y obligado a los seres humanos a colonizar otros planetas del llamado “Mundo Exterior” (que se vende con tantas bondades como el último modelo de Apple y que debe encararse con el mismo escepticismo). Pero no se trata de una colonización idealizada en la que, finalmente, la humanidad se lanza a explorar nuevos hogares cogidos de la mano, como si de una excursión interestelar de Boy Scouts se tratase. En este universo no hay cabida para los cuentos de hadas. Los colonos son aquellos que pueden pagar el precio de la huida, los ciudadanos de primera. Atrás dejan a los económicamente incapaces y a los genéticamente inadecuados, que luchan día a día por aferrarse a los vestigios del pasado y huir desesperadamente de las miserias del presente, careciendo de cualquier esperanza de futuro. Una batalla perdida de antemano contra el Kippel y la entropía.

[pullquote]En este universo no hay cabida para los cuentos de hadas. Los colonos son aquellos que pueden pagar el precio de la huida, los ciudadanos de primera.[/pullquote]

Mientras tratas de sobrevivir te bombardean con las maravillas de un Mundo Exterior que nunca alcanzarás (“¡Emigra o degenera! ¡Elige!”), mientras el estatus social lo marca el poseer una mascota más exótica que la del vecino (aunque sea una triste imitación eléctrica), y la mejor forma de sociabilizar con tus congéneres es mediante una caja de empatía; una suerte de Facebook de realidad virtual hipervitaminado con un marcado toque religioso, en la que podrás conectar con los sentimientos y sensaciones del supuesto mesías Wilbur Mercer, reviviendo su vida de sufrimiento, muerte y ascensión en modo bucle. Y mientras los días se sepultan bajo una capa de olvido, esperando a que un entorno hostil autogenerado degenere a toda tu estirpe no nacida, tus horas se cuelan por un sumidero catódico que proyecta tus miserias en Technicolor® durante 23 horas al día.

Nave anuncio de Blade Runner - HR-FM

Nave anuncio ilustrada por HR-FM para «Moments Lost»

 

Más humanos que los humanos

¿Piensas que no puede haber peor destino? Pues te equivocas, porque al menos tú eres orgánico. Y es que, por debajo de la casta de los abandonados a su suerte, se encuentra la de los androides esclavizados, con consciencia de sí mismos, pero sometidos a los designios de sus amos.

Relegados a las labores que nadie quiere llevar a cabo, los modelos Nexus se emplean como mano de obra, herramienta de divertimento y colonización en aquel maravilloso Mundo Exterior. Irónicamente, el descontento crece en aquellos que carecen de empatía y, tras una sangrienta rebelión con visos de revolución, los andrillos (como se los denomina despectivamente) terminan por ser perseguidos y exterminados, teniendo prohibida la entrada en la Tierra. Vaya, que duro suena eso de exterminar esclavos, mejor lo llamaremos Retiro, como si se tratase de una lavadora en mal estado.

Pese al claro problema ético y moral que se plantea, la todopoderosa Rosen Association decide crear toda una nueva generación llamada Nexus 6 para uso y disfrute de los pudientes. Nuevos modelos, mayor consciencia, mejor eficiencia, cero empatía. Más humanos que los propios humanos. El problema es que cuando creas una criatura que se reconoce a sí misma, lo normal es que quiera saber más de lo que hay al otro lado del espejo y, como era de esperar, un grupo de Nexus 6 comienzan a hacerse preguntas, especialmente sobre aquello que separa al opresor del oprimido: La empatía de la que gozan los humanos y que a ellos les ha sido vetada.

Búho sintético - Kilian Eng

Búho sintético ilustrado por Kilian Eng para «Moments Lost»

 

¿Pueden las pescadillas morderse sus colas eléctricas?

Aquí es donde entra en juego un apocado Rick Deckard; cazador de andrillos taciturno de limitadas aspiraciones y completamente doblegado a la realidad que le rodea. Realiza su trabajo de manera dirigente, lidiando con un matrimonio absolutamente dependiente de programas emocionales proporcionados por el último modelo del Órgano de Ánimos Penfield. Cuán irónico parece que la misma sociedad que se dedica a perseguir y eliminar organismos eléctricos carentes de empatía (pero no de emociones), necesite de máquinas para organizar sus propios sentimientos, al ser incapaz de gestionarlos por sí misma. La única motivación de Deckard es comprar un animal orgánico para sustituir a la oveja mecánica, que a su vez sustituyó a su difunta oveja real, por lo que destruir seres sintéticos no es más que un medio para conseguir su meta.

Y mientras, el único amigo que encuentran esos esclavos mecánicos en su camino hacia la libertad es un cabeza de chorlito al que su condición de especial le impide abandonar la Tierra, apenas considerado humano, pero con la suficiente empatía como para actuar como tal.

En resumidas cuentas, esta historia con oscura moraleja nos deja múltiples temas para la reflexión, de los cuales uno destaca sobre los demás, ¿Qué es lo que nos hace humanos?

Desde mi punto de vista, la empatía es solo una fuente extra de información; el conocimiento exacto de los sentimientos ajenos. La capacidad de ponerte en la piel de otro ser viviente.

[pullquote]Lo que nos hace verdaderamente humanos no es esa conexión emocional, sino el emplear esa información de la forma adecuada.[/pullquote]

Los androides (y algunos humanos) carecen de esta información, lo cual es triste, pero solo peligroso hasta cierto punto. Sin embargo, lo verdaderamente preocupante no es ser incapaces de entender y sentir lo que el otro siente, sino el poseer ese conocimiento y decidir utilizarlo en su contra. Por desgracia hay muchos humanos que deciden recorrer ese sendero, y pocos o ningún androide que se lo plantee, por carecer de la cualidad de empatizar con otras criaturas.

Así, lo que nos hace verdaderamente humanos no es esa conexión emocional, sino el emplear esa información de la forma adecuada. Sentir y actuar en consecuencia.

Quién te iba a decir que las máquinas, cuyo único deseo es encontrar sentido a su existencia serían, al final, más humanos que los propios humanos.

Ilustración ciudad futurista de Marie Bergeron

El futuro de la Humanidad ilustrado por Marie Bergeron para «Moments Lost»

 

Esta es mi visión particular sobre el mundo que Philip K. Dick imaginó que nos depararía un futuro demasiado cercano y que plasmó en ¿Pueden los androides soñar con ovejas eléctricas? (adaptado por Ridley Scott en 1982, con el nombre de Blade Runner).

Banda sonora opcional: Blade Runner Blues – Vangelis

Normalmente, la maravillosa creación de Vangelis para Blade Runner sería suficiente para complementar la lectura, tanto de este pequeño texto, como de la novela en sí misma. Sin embargo, durante mi investigación me he topado con esta maravilla compuesta por Mississippi Bones y basada en ¿Pueden los androides soñar con ovejas eléctricas?, y no podía dejar pasar la oportunidad de compartirla con todos ustedes. ¡Todo un descubrimiento!

Banda Sonora Opcional 2: Do Androids Dream of Electric Sheep? – Mississippi Bones

Si aún no te has dejado conquistar por estas dos historias (novela y película difieren lo suficiente como para poder disfrutarlas de manera independiente), puedes saber más siguiendo las siguientes migas de pan:

Publicado por Fernando D. Umpiérrez

Guionista, escritor, superviviente y tan biólogo como médico el Gran Wyoming. Un soñador empedernido encerrado en el cuerpo de un pragmático redomado. Observador impasible de realidades alternativas. Ahora sobrevivo como guionista de fortuna. Si buscas alguna historia y no la encuentras, quizás puedas contratarme...