El poder de la música

Última entrega de la antología «Esto lo contamos entre todos», que surgió como una manera de dar voz al subconsciente de todos aquellos que, durante la cuarentena que comenzó el 15 de marzo de 2020, se prestaron a participar en este experimento.

El resultado de ese esfuerzo fue un compendio de cuarenta y cuatro variopintos relatos de diversos géneros —desde comedia o drama, hasta ciencia ficción, realismo mágico o terror—, que crecían y se imbricaban poco a poco, conectándose entre sí para formar un universo complejo y orgánico en torno a los conceptos de pandemia, cuarentena y encierro en sus sentidos más amplios, pero con la suficiente entidad propia como para ser intemporales.

Esta última premisa, «Música», propuesta por @Josinhoyanes, de las más sencillas y a la vez más poderosas, en realidad fue la primera que llegó a mis manos cuando decidí meterme en este embolado. Por eso me parecía bonito dejarla para el final. 

¿No crees que es un perfecto broche de oro para esta aventura?

¡Gracias por haber llegado hasta aquí!

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Entre acordes y recuerdos

Siguiente entrega de la antología «Esto lo contamos entre todos», que surgió como una manera de dar voz al subconsciente de todos aquellos que, durante la cuarentena que comenzó el 15 de marzo de 2020, se prestaron a participar en este experimento.

El resultado de ese esfuerzo fue un compendio de cuarenta y cuatro variopintos relatos de diversos géneros —desde comedia o drama, hasta ciencia ficción, realismo mágico o terror—, que crecían y se imbricaban poco a poco, conectándose entre sí para formar un universo complejo y orgánico en torno a los conceptos de pandemia, cuarentena y encierro en sus sentidos más amplios, pero con la suficiente entidad propia como para ser intemporales.

En esta ocasión, la premisa de @Dou_galloway, «Un balcón, una guitarra, autoanálisis», dejaba entrever el estado mental en el que muchos nos encontrábamos. Como el relato anterior, este inspira a la reflexión a través de la música.

¿Cómo serían nuestras personalidades si las tradujésemos a estilos musicales?

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Entre acordes y palabras – Banda Sonora Opcional

Hoy no vengo a contarles ninguna historia. Hoy les traigo algo sin lo que mis historias quedarían un poco huérfanas.

Aquellos que siguen el blog desde hace un tiempo —y los que me conocen desde hace más aún— saben el importante papel que juega la música en mi vida. Cada momento importante ha tenido siempre una banda sonora asociada. Unos acordes que complementaban mi estado de ánimo en cada circunstancia, que grababan a fuego sentimientos y momentos especiales,  tristes o felices, pero siempre inolvidables. Recuerdo hacer recopilatorios de música en un patético intento de declarar amores imposibles; ver Alta Fidelidad pegado a la pantalla sintiéndome absolutamente identificado con el personaje de John Cusack, al menos en lo que a música se refería —el trauma de aquel hombre con las mujeres merecería un post enterito para él solo—, y ser incapaz de concebir la vida sin unos auriculares que añadían acordes a mis pasos, textos, viajes y deseos.

Cuando comencé a recopilar mis historias en este blog sabía que no estarían completas si no le añadía una banda sonora a cada una — aunque luego cada cual eligiese si escucharla o no— puesto que yo no era nada sin mi música, y mis relatos eran una extensión de mi persona. ¿Cómo darle la espalda a la música cuando ella formaba una parte indivisible de mi historia?

A lo largo de este escaso año y medio he procurado complementar cada historia con una canción que tuviese una relación más o menos estrecha con ella. A veces la música se asociaba al momento de escribir el relato; otras, su letra ayudaba a entender el significado subyacente; algunas veces simplemente tenían un título que servía de hilo conductor de mis pensamientos, pero en la mayoría de las ocasiones existía una profunda conexión entre la canción y la persona, recuerdo, o tema que la inspiró en primer lugar.

Sea como fuere, ninguna de las canciones elegidas ha sido una elección caprichosa o producto del azar, y por eso me parecía importante recogerlas todas en un mismo lugar, sirviendo de recipiente sensorial de mis locuras.

Es divertido tenerlas todas juntas y ver lo dispares que son unas de otras, releer los relatos que tienen asociados, volver a asociarlos con las imágenes que las acompañan —ese es otro tema que daría para una entrada completa—, recordar la realidad que se esconde detrás de la ficción y revivir los mágicos y solitarios momentos de creación literaria.

Si bien no está toda la música que me representa —sería complicado que los lectores se concentrasen en un relato mientras suena el I’m broken de Pantera o el Killing in the name, de Rage Against The Machine— sí que me representa toda la música que está, que es mucha y muy variada. He procurado evitar, en la medida de lo posible, repetir artistas —salvo en el caso de Mondo Diavolo por motivos evidentes— y buscar versiones que ayudasen a seguir el hilo de la historia y no incomodase demasiado la lectura. Lo primero ha sido una labor titánica; esto último lo he conseguido a duras penas.

En cualquier caso, espero que disfrutes tanto como yo de esta lista de Spotify, que irá creciendo poco a poco, con el devenir de los textos.

Ojalá que tus pasos sigan siempre el compás de tus canciones favoritas.

 

Buen viaje, señor Chris Cornell

Recuerdo vivamente los días de verano, los más especiales que puede tener un adolescente. Aquel último día de exámenes que anunciaba el comienzo de la libertad por tiempo limitado. A veces duraba un suspiro porque las cosas no habían ido como esperaba. Otras se prolongaban hasta el comienzo del nuevo curso.

En esos días, año tras año, tenía un ritual. Al salir del último examen me ponía los auriculares y me alejaba lentamente, sin hablar con nadie, en un limbo de estados encontrados, hasta que los primeros acordes del My wave de Soundgarden me recordaban que no debía de preocuparme por absolutamente nada. El verano era real y tomaba forma de sonrisa, mientras el mundo desaparecía a mi alrededor.
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¡Jazz, sí! (Un pequeño homenaje a los músicos)

El pasado día 22 fue el Día del Músico y para celebrarlo me gustaría rendir homenaje al Jazzsí Club, un mítico local de Barcelona que fue toda una revelación, cuando hace años me mudé a esa maravillosa ciudad. Un local que sigue poniendo a la música en vivo en el lugar que le corresponde. Un sitio mágico donde cualquiera puede subirse al escenario y dar rienda suelta a su pasión. Un lugar de encuentro, de divulgación musical, de creatividad. Una caja de Pandora que todos deberían querer abrir. El último bastión de la música y del músico.

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Cuando la música atraviesa la frontera de mis cascos

Imágenes mudas corrían vertiginosamente en una infinidad de ventanas artificiales. Visiones mecánicas del presente, el futuro y el pasado nos golpeaban con el más que dudoso fin de hacer el viaje más ameno.

Ya casi había renunciado a la ilusión de emprender una aventura de aquella índole y, sin embargo, una mezcla perfecta de azar, sacrificio y un ángel de inconmensurable generosidad contribuyeron a elaborar con mimo la receta que haría perdurar en mi memoria el dulce regusto de la vorágine melómana que estábamos a punto de vivir.

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El espejo de Dorian

Y llegó el final de los finales. Ésta es la última entrega de la serie de relatos inspirados en las maravillosas imágenes de Mondo Diávolo, creadas por la magia de Medialuna Photography.

En este último pedazo de fantasía surgido del reflejo de una realidad transformada en ilusión a través de una lente circular, nos enfrentamos, paradójicamente, a otro tipo de reflejos. A la mirada penetrante de Iván Ramos, al mando de las seis cuerdas en la formación, que nos muestra nuestros miedos más oscuros, aquellos surgidos de las máscaras y de la propia inseguridad.

Es una triste despedida, pero nada deben temer, pues Inspiraciones mutuas continuará próximamente, con más historias tejidas a partir de la generosa creatividad de otros genios.

El universo se para y cada estrella nos dirige su mirada…

 

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Dicotómica consciencia

Aquellos que me lean sabrán de las pequeñas historias que hace tiempo escribí para los grandes músicos y mejores personas de Mondo Diávolodentro de la serie de relatos Inspiraciones mutuas (pues se basaban en lo que me evocaban las fantásticas fotografías de la banda tomadas por Medialuna Photography).

Pues bien, el pasado 16 de agosto la fantástica banda de Gran Canaria publicó su nuevo y esperadísimo LP, titulado Un lugar para volver y, con motivo de este gran acontecimiento, he decidido publicar hoy la quinta y penúltima entrega de esta serie. En esta ocasión el relato está protagonizado por su carismático bajista, Johnny Piñeiro, que lleva una de las caracterizaciones más elaboradas -y sacrificadas- de la banda, otorgándole una importancia manifiesta y arrolladora en su puesta de escena. Espero que la disfruten.

Una celda y un don perturbador. Dos cabezas y un mismo corazón…

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