Una nana para Ariadna

Ariadna nació en un mundo de destellos y fachadas. Un mundo de caminos de ida y vuelta, cuyas metas eran siempre artificiales. Fue un regalo divino injustamente rechazado, roto incluso meses antes de nacer, por el desprecio de una madre que siempre antepuso su carrera profesional de pasarela y ficción, a la dicha de ser ejemplo y parte en la vida de una hermosa criatura.

Desde su primer hálito de vida, Ariadna sufrió la indiferencia y la ausencia de cariño. Siempre le dieron la espalda, que ella observó, como una pantalla blanca donde se espera ansioso que proyecten una película que nunca llega. En su vida habían apagado la luz, pero jamás tuvieron la intención de encender el proyector.

[pullquote]Ariadna nació en un mundo de destellos y fachadas. Un mundo de caminos de ida y vuelta, cuyas metas eran siempre artificiales.[/pullquote]

Su madre siempre la vio como un error que jamás debió cometer pero que nunca se atrevió a interrumpir, ejemplo de aquellos deslices horizontales que tan acostumbrados estaban a despreciar en el entorno de su gremio. Un lastre que trató de ocultar con ahínco, disimulando su incipiente fruto mediante vendas y tensiones. Desesperada por embutir en delicadas prendas, el hermoso cuerpo que albergaba su negro corazón.

El resultado fue un nacimiento prematuro, complicado y peligroso, que dejó profundas secuelas en el cuerpo y la mente de la pobre Ariadna, hasta tal punto, que siempre fue incapaz de lanzar un por qué al viento, que por otra parte nunca hubiese sido respondido. Cuando su abuela tuvo que hacerse cargo de su triste providencia, su madre no se molestó en echar la vista atrás.

Hoy Ariadna descansa por fin, junto al único que nunca le negaría un abrazo. Tánatos se acerca a su cuna cada noche para cantarle una arrulladora nana, que le hace sentir más en paz y querida de lo que nunca se sintió en vida.

 

Un relato de Fernando D. Umpiérrez

 

Banda Sonora Opcional: Lullaby – The Cure

 

Publicado por Fernando D. Umpiérrez

Guionista, escritor, superviviente y tan biólogo como médico el Gran Wyoming. Un soñador empedernido encerrado en el cuerpo de un pragmático redomado. Observador impasible de realidades alternativas. Ahora sobrevivo como guionista de fortuna. Si buscas alguna historia y no la encuentras, quizás puedas contratarme...