Paradojas de un escritor en ciernes
La semana pasada volví a publicar en este blog después de más de un mes embarcado en otros proyectos. A pesar de que la publicación en sí fue producto de una desgarradora noticia para el mundo de la música, la motivación que me impulsó a escribir la entrada me hizo plantearme muchas cosas.
Desde hacía mucho tiempo, aunque encontraba muchas cosas que contar, apenas tenía tiempo para desarrollarlas. Y cuando al fin conseguía algo de tiempo, mis energías creativas estaban prácticamente agotadas por otros proyectos que contaré más adelante.
La cuestión es que cuando me sentaba delante de alguna historia sin terminar o algún artículo a medio empezar, era la apatía la que me devolvía la mirada a través de una cortina de polvo y una hoja en gris. Solo entonces me daba cuenta de lo sucia que estaba la pantalla de mi ordenador y me ponía a ordenar la mesa, los apuntes, las libretas, la cama, la ropa sucia, el perro y casi cualquier cosa que me alejase un poco de las teclas y la estilográfica.
¿Será esto a lo que sabe el pánico a la hoja en blanco? ¿Tendré que hacer de la procrastinación mi nueva religión? ¿Al fin el síndrome del impostor me habrá ganado la partida?
Fundido a negro
Las luces se atenúan y el blanco de la pantalla contrasta aún más con la penumbra de la sala. Está a punto de comenzar la proyección y ese vacío previo borra de un plumazo mis preocupaciones cotidianas. Este es uno de los pocos lujos que puedo permitirme, pero cada céntimo invertido merece la pena. He tenido una semana de mierda y el pequeño santuario con olor a palomitas siempre me pone de buen humor.
Al final los androides no conciliarán el sueño
La decadencia y la resignación impregnan la vida de los olvidados. De aquellos despojos que no alcanzan a ser ciudadanos de pleno derecho y que se ven obligados a permanecer en el antiguo hogar de la Humanidad, cuando la propia Humanidad apenas los recuerda.