Héroes sin capa

Siguiente entrega de la antología «Esto lo contamos entre todos», que surgió como una manera de dar voz al subconsciente de todos aquellos que, durante la cuarentena que comenzó el 15 de marzo de 2020, se prestaron a participar en este experimento.

El resultado de ese esfuerzo fue un compendio de cuarenta y cuatro variopintos relatos de diversos géneros —desde comedia o drama, hasta ciencia ficción, realismo mágico o terror—, que crecían y se imbricaban poco a poco, conectándose entre sí para formar un universo complejo y orgánico en torno a los conceptos de pandemia, cuarentena y encierro en sus sentidos más amplios, pero con la suficiente entidad propia como para ser intemporales.

Con esta premisa propuesta por @Jotageefe, quería brindar un merecido homenaje a quienes se estaban dejando la vida en primera línea, sin levantar la voz, sin buscar protagonismos y con la humildad de valorar las batallas que otros estaban librando. En reto, en esta ocasión era comenzar con la premisa: «Un día más estaba solo, tomando un café en la misma esquina del bar…».

Poco ha durado, echando la vista atrás, aquellos aplausos y homenajes…

Héroes sin capa

Un día más estaba solo, tomando un café en la misma esquina del bar. El último que quedaba abierto en toda la manzana, por razones obvias.

El dueño levantaba la persiana cada mañana a pesar de su avanzada edad, gracias a un permiso especial por su situación estratégica entre el hospital y la estación de bomberos. Supongo que por responsabilidad y también un poco de culpa; al fin y al cabo, todo esto había comenzado en su país. Pero él seguía al pie del cañón, con una sonrisa personalizada para cada uno de nosotros, tan necesitados de evadirnos de aquel horror de vez en cuando. Algún día tendría que preguntarle cómo se llamaba.

Allí se reunían diariamente decenas de uniformes con ojeras, batas lastradas por el agotamiento, sentimientos a flor de piel y un cansancio que no cabía en los cubos que aparcaban fuera todas las mañanas. Pero también se cruzaban tímidas sonrisas, miradas de comprensión y asentimiento; conexión emocional a metro y medio de esperanza.

Charlábamos brevemente de cómo había ido la jornada anterior y de lo que nos quedaba por delante. De las últimas medidas de un gobierno desbordado, que tenía tanta idea de enfrentarse a esta crisis como nosotros. Esta era una enfermedad a la que nunca nos habíamos enfrentado y no existían balas mágicas, aunque algunos se empeñasen en disparar con pistolas de fogueo para herir a quien tenía remando en la galera de al lado. Vaya despropósito.

Yo me acodaba cada mañana en la esquina del fondo, en la soledad obligatoria de nuestra distancia de seguridad, observando a compañeros agotados, exprimiendo hasta su último hálito para superar aquella crisis, por nosotros y por todos nuestros amigos y desconocidos.

Nos habíamos convertido en héroes de la noche a la mañana, reconocidos puntualmente con aplausos de aliento desde todos los balcones, ya estuviesen decorados con geranios, arcoíris, tricolores o aguiluchos. Aquella ironía daría para muchas páginas en los futuros libros de historia.

Atrás quedaban los insultos que trajeron las mareas, fuesen blancas, verdes, violetas o de múltiples colores. Parece que aquello era cosa del pasado y los que antes escupían ahora se dejaban la piel de la palma de las manos. Cosas de la vida.

Desde mi esquina solitaria miraba a aquellas almas altruistas, luchando con la misma devoción por quienes les empujaron a mejorar las cosas y por quienes se empeñaron en ponerles palos en las ruedas. Palos con forma de malversación a manos llenas, de migajas que ocultaban evasiones, de menosprecio con técnicas del hampa, encarándose como matones con chicles en la boca. La misma boca que corría a ocupar un respirador público en cuanto la cosa se ponía fea. Bendito cinismo.

A ninguna de aquellas hienas con piel de lobo se la veía asomar el hocico por la puerta de nuestro bar de confianza, en donde, quienes realmente se jugaban la vida cada día, iban a evadirse de la realidad unos minutos antes de continuar con la pelea.

Un día más, apuré un café en la misma esquina del bar, me colgué la identificación en la solapa, y salí en dirección al hospital, preguntándome si aquel esfuerzo titánico sería recordado con algo más que aplausos cuando todo terminase.

Un relato de Fernando D. Umpiérrez

A partir de la premisa de @Jotageefe:
«Un día más estaba solo, tomando un café en la misma esquina del bar…».

«Esto lo contamos entre todos». © Todos los derechos reservados.

Banda Sonora Opcional: My Hero – Foo Fighters

Publicado por Fernando D. Umpiérrez

Guionista, escritor, superviviente y tan biólogo como médico el Gran Wyoming. Un soñador empedernido encerrado en el cuerpo de un pragmático redomado. Observador impasible de realidades alternativas. Ahora sobrevivo como guionista de fortuna. Si buscas alguna historia y no la encuentras, quizás puedas contratarme...