Atípico combate
Fernando D. Umpiérrez el 13 de abril de 2022
Siguiente entrega de la antología «Esto lo contamos entre todos», que surgió como una manera de dar voz al subconsciente de todos aquellos que, durante la cuarentena que comenzó el 15 de marzo de 2020, se prestaron a participar en este experimento.
El resultado de ese esfuerzo fue un compendio de cuarenta y cuatro variopintos relatos de diversos géneros —desde comedia o drama, hasta ciencia ficción, realismo mágico o terror—, que crecían y se imbricaban poco a poco, conectándose entre sí para formar un universo complejo y orgánico en torno a los conceptos de pandemia, cuarentena y encierro en sus sentidos más amplios, pero con la suficiente entidad propia como para ser intemporales.
En esta ocasión partía de una curiosa premisa: «Un hombre chino gana un combate y el caucásico aprende la lección: ser blanco no te hace más listo», propuesta por @ivelix23
Porque los prejuicios y el racismo fue algo que nos colocó frente al espejo durante los primeros meses de la pandemia. Las suspicacias y el recelo contra el diferente se pusieron de manifiesto y dejó entrever una de nuestras caras más amargas como sociedad.
Atípico Combate
La silueta del viejo Cheng apenas quedaba iluminada por los primeros rayos del sol de la mañana. Las calles aún estaban desiertas a esas horas y Cheng rezaba porque siguiese siendo así el resto del día. Eso significaría que la gente por fin se tomaba en serio aquella devastadora enfermedad que había terminado con el año de la rata cuando apenas comenzaba.
Lo que solía ser un agradable paseo por el parque, se teñía ahora de un crisol de sentimientos: por un lado, su edad y su delicada salud le recomendaban quedarse en casa hasta que pasase la tormenta, pero por otro, el honor le impelía a seguir levantando la persiana del bar que regentaba. El último que quedaba abierto en toda la manzana, por razones obvias.
Era el único con permiso especial, a pesar del cese de las actividades, porque estaba situado estratégicamente entre el hospital y la estación de bomberos. Aquellos verdaderos héroes necesitaban un refugio donde aliviar su carga y Cheng pensaba cumplir con su deber.
Por suerte, aquel parque era una importante zona de paso y no podían cerrarlo, así que Cheng no tendría que dar un rodeo más largo. Las rodillas no se lo hubiesen perdonado.
Al fondo, una figura tambaleante llamó su atención. Cabeza rapada, chaqueta bomber y botas militares. No hacía falta ser muy listo para intuir complicaciones.
Cheng bajó la mirada y siguió caminando sin desviarse, pero sin acelerar el paso.
Cuando ambos se cruzaron, el olor agrio del sudor alcohólico hizo que Cheng torciese el rostro. Grave error.
—¡Eh, tú, chinito!
Cheng se giró con su mejor sonrisa y las manos en la espalda. Por suerte, aquel tipo no estaba en su mejor momento y había tardado más de la cuenta en reaccionar, así que les separaba una buena distancia de seguridad.
—¿Qué pasa, que no te basta con haber traído la puta enfermedad a mi país, que encima tienes los cojones de pasearte por aquí como un gallito?
—No estaba paseando, amigo, iba a…
—¿A quién llamas amigo, cabrón?
El tipo aquel hizo un amago de acercarse, pero el sutil cambio de postura que adoptó el cuerpo entrenado de Cheng le hizo pensárselo dos veces. Puede que fuese estúpido, pero sabía reconocer formación marcial cuando la veía.
Cheng hizo un cálculo rápido de la distancia que les separaba de la entrada del parque, que se intuía al fondo del camino por el que había venido, bloqueado ahora por el skin-head.
—Escucha, «amigo». No quiero problemas y tienes pinta de ser perseverante, así que te propongo un acertijo cromático.
El tipo, que antes estaba nervioso y bastante borracho, ahora estaba nervioso, borracho y confundido.
—Estoy hecho de todos los colores sin ser un color en realidad. En mi piel llevo tatuada la llave que hacen verdes y amarillo inseparables y, si me escondo del azul eléctrico, el marrón lo convierte todo en negro. ¿Qué soy?
—¿Me estás tomando el pelo, puto chino de mierda?
El rapado dio un paso amenazante, sacando una navaja del bolsillo. Cheng dio otro rápido paso hacia detrás, manteniendo la distancia.
—Va, piensa un poco, que no es tan complicado.
—Los únicos colores que entiendo son el rojo y el amarillo y están a punto de mezclarse, ¿lo pillas?
Al menos aquel imbécil tenía cierto ingenio. De poco le iba a servir.
—Disculpe, caballero. ¿Dispone usted de la debida acreditación para estar circulando por la calle durante la cuarentena?
Distraído con el acertijo, el rapado no se había percatado de la pareja de policías locales que se acercaban por su espalda.
—¿A ti qué cojones te importa, pitufo? —respondió el rapado, dándose la vuelta.
Al ver la navaja, uno de los agentes desenfundó su Taser.
—Ahí tienes la respuesta —susurró Cheng, sin perder la sonrisa.
El grito de aquel pobre infeliz hizo que una bandada de cotorras levantase el vuelo, justo antes de desplomarse contra el suelo en medio de ridículos espasmos.
Cuando los policías se acercaron, Cheng sacó el folio blanco perfectamente doblado que recogía su acreditación.
—Bah, sabes que a ti no te hace falta, coño. ¿Conoces a este tipo? —dijo el agente veterano.
—¿Tú qué crees?
—Bueno, déjanos esto a nosotros. Tú, vete a abrir y guárdame un par de churros calentitos, que siempre vuelan.
—Eso está hecho.
Cheng continuó su camino mientras los agentes esposaban al rapado, preguntándose si aquel terrible virus, además de atacar a los pulmones, podría producir algún cambio en los cerebros.
Un relato de Fernando D. Umpiérrez
A partir de la premisa de @ivelix23:
«Un hombre chino gana un combate y el caucásico aprende la lección: ser blanco no te hace más listo».
«Esto lo contamos entre todos». © Todos los derechos reservados.
Banda Sonora Opcional: Mindfields (The Prodigy cover) – Distortion Flames
- Categoría: Esto lo contamos entre todos, Relatos cortos
- Etiqueta: cuarentena, Drama, humanidad, KungFu, pelea, racismo, reflexion
Publicado por Fernando D. Umpiérrez
Guionista, escritor, superviviente y tan biólogo como médico el Gran Wyoming. Un soñador empedernido encerrado en el cuerpo de un pragmático redomado. Observador impasible de realidades alternativas. Ahora sobrevivo como guionista de fortuna. Si buscas alguna historia y no la encuentras, quizás puedas contratarme...