Apocalypse Covid

Siguiente entrega de la antología «Esto lo contamos entre todos», que surgió como una manera de dar voz al subconsciente de todos aquellos que, durante la cuarentena que comenzó el 15 de marzo de 2020, se prestaron a participar en este experimento.

El resultado de ese esfuerzo fue un compendio de cuarenta y cuatro variopintos relatos de diversos géneros —desde comedia o drama, hasta ciencia ficción, realismo mágico o terror—, que crecían y se imbricaban poco a poco, conectándose entre sí para formar un universo complejo y orgánico en torno a los conceptos de pandemia, cuarentena y encierro en sus sentidos más amplios, pero con la suficiente entidad propia como para ser intemporales.

 

Dentro del drama que supuso el encierro, también había espacio para el humor, y más en este país tan amigo de sacarle punta a todo. Con la premisa propuesta por @Josemi_br_: «Apocalipsis de mierda (light)», intenté darle un enfoque un tanto surrealista y en clave de comedia a todo lo que nos estaba pasando.

Solo espero que siga ayudando a aligerar los días como lo hizo en su momento.

Apocalypse Covid

Bruno abre un ojo legañoso y enrojecido tras toda la noche jugando al LOL. Suena un molesto zumbido, no sabe bien de dónde. Su mano tantea la mesilla, apartando paquetes de galletas y un calcetín acartonado, hasta dar con la fuente.

—¿Sí? —dice somnoliento cuando consigue atinar en el botón de responder.

—Prepárate, el apocalipsis va a llegar. —La voz de su mejor amigo Pedro sonaba con determinación al otro lado de la línea.

—¿Pero tú sabes la hora que es?

—Ya, las 12, perdona por llamarte tan temprano, pero esto es importante, joder. Ven cagando leches a mi casa. ¡Ahora!

Se conocían desde parvulario y habían pasado muchas cosas juntos; cuando Pedro soltaba tacos es que la cosa estaba fea.

—¡Ah, una cosa más! Trae todo el equipo.

La cosa, definitivamente, estaba muy fea.

Bruno corre a vestirse con lo primero que tiene a mano, desayuna un Red Bull y tarda un buen rato en encontrar todo el equipo, bajo la montaña de ropa sucia, revistas y restos orgánicos que plagan aquella habitación adolescente de manual.

Con una enorme mochila al hombro, camina a paso ligero por unas calles extrañamente desiertas para ser viernes —¿o era sábado?—, hasta la casa unifamiliar donde vive Pedro con su madre y su hermana mayor, Claudia. Oh, Claudia.

—¿Qué pasó, frikazo? ¿Tú no tienes casa o qué? —Claudia está despampanante con aquella sudadera y sus licras de deporte.

—¿Está Pedro?

—Este parece que tiene alergia al sol, ¿dónde quieres que esté?

—¡Ya era hora! ¿Dónde te habías metido? —Pedro era especialista en interrumpir las deliciosas charlas entre Bruno y Claudia.

—Me piro al parque. Paz —se despide Claudia haciendo el símbolo internacional. Qué graciosa es.

—Escucha, está pasando, el apocalipsis va a llegar —dice Pedro con una excitación muy diferente.

—¿De qué demonios estás hablando?

—¿Es que no ves las noticias?

—¿Desde cuándo las ves tú?

—El apocalipsis, macho. Hay una pandemia de la hostia y nos meten en cuarentena. Un virus o algo así. ¡El primer paso del fin del mundo! Tenemos que prepararnos. ¿Estás conmigo?

—¡Siempre! —exclama Bruno chocándola con Pedro, como un par de Dutch y Dillon con distrofia.

Ambos se pertrechan con todo su equipo de batalla: un par de cuchillos de madera, máscaras de rejilla, gafas de seguridad, mono militar de camuflaje, un par de pistolas de bolitas y hasta dos rifles M4A1 de aire comprimido.

—¿Y qué hace exactamente el virus? —pregunta Bruno mientras se pinta dos gruesas líneas negras bajo los ojos.

—No sé, es como una gripe fuerte.

—¿Cómo?

—Pero como que te cuesta respirar que te cagas. Y tos seca, tela de tos seca.

—¿Y para qué necesitamos todo el equipo?

—Por los disturbios y saqueos, joder. ¿Qué te crees que va a hacer la peña cuando lleve una semana encerrada, ponerse a aplaudir en los balcones?

—Claro… —Bruno no parece demasiado convencido.

—Además, ¿y si de repente los afectados se transforman en zombis lanzadores de esputos?

—¿No decías que era tos seca?

—El caso es que esta hecatombe no nos puede pillar desprevenidos.

—Tienes razón. ¿Cuál es el siguiente paso?

—Quedarnos en casa.

—¿Quedarnos en casa?

—Es lo que han recomendado por la tele, por eso de parar la curva de contagio.

—Entiendo. A tope con la prevención.

—¡Hola, Bruno! ¿Has desayunado? —La madre de Pedro, igual de guapa que su hija, entra en el salón con una bandeja de zumos y galletas.

—¡Ahora no, madre, estamos planificando la estrategia! —espeta Pedro— Y mantenga la distancia de seguridad, por favor se lo pido.

—Qué bonicos, con sus vestidos nuevos —dice su madre, dándose la vuelta.

—Pues yo tenía hambre… —murmura Bruno.

—Esto va a ser muy grande —dice Pedro dejándose caer en el sofá—. ¿Un FIFA?

—Venga… —responde Bruno quitándose la máscara y sentándose junto a su mejor amigo.

—Esto va a ser jodidamente grande…

Un relato de Fernando D. Umpiérrez

A partir de la premisa de @Josemi_br_:
«Apocalipsis de mierda (light)».

«Esto lo contamos entre todos». © Todos los derechos reservados.

Banda Sonora Opcional: You’re My Best Friend – Queen

Publicado por Fernando D. Umpiérrez

Guionista, escritor, superviviente y tan biólogo como médico el Gran Wyoming. Un soñador empedernido encerrado en el cuerpo de un pragmático redomado. Observador impasible de realidades alternativas. Ahora sobrevivo como guionista de fortuna. Si buscas alguna historia y no la encuentras, quizás puedas contratarme...