Ilusiones preferentes. Segunda parte. (2/2)
¿Y si pudieses hipotecar tus sueños a cambio de hacerlos realidad?
Aquí les dejo el desenlace del relato Ilusiones preferentes. Si ya leíste de la primera parte, te animo a descubrir el final de la historia. Si no, ¿A qué estás esperando? (No digas que no te lo advertí)
Ilusiones preferentes. Segunda parte.
—¿Mis…, qué?
—El ser humano es curioso por naturaleza —contesto, ignorando deliberadamente su sorpresa—. Ese ha sido el motor de nuestra evolución. Y el combustible de ese motor es la ilusión por explorar lo desconocido. Si la sociedad deja de emocionarse, corre el riesgo de estancarse y morir.
—¿Vender mis ilusiones? ¡Tú estás loco!
—En realidad es más fácil de lo que parece —le tranquilizo—, llevan años perfeccionando técnicas para extraer ciertas emociones del sistema límbico de un cerebro e implantarlo en otro. Nosotros solo hemos aprovechado el aumento de demanda para capitalizar el sistema. Míralo de esta forma: estarás contribuyendo a que nuestros mayores cerebros recuperen la energía para seguir mejorando la sociedad. ¡Jugarás un papel primordial en nuestra evolución!
—Visto así…
La expresión del pez tragándose el anzuelo, aún dócil, arrastrado suavemente por el sedal, justo antes de romper la superficie del agua. Nunca me canso de esta imagen.
—Lo único que tienes que hacer es una prueba de aptitud rápida e indolora —continúo—. Si la superas tendrás a tu disposición todo el capital que necesites para hacer tus sueños realidad. Y lo mejor es que esas emociones seguirán perteneciéndote. Será como una especie de fondo de inversión que podrás recuperar en cuanto devuelvas el crédito,… más unos pequeños intereses.
—No sé, Juanmi. Es una decisión importante, necesito pensarlo un poco.
Jaque…
—Pedro, nos conocemos desde hace muchos años y sé que esta es una oportunidad que no puedes dejar escapar. No es un plan al alcance de cualquiera. La lista de espera de donantes de emociones es larguísima, pero yo puedo mover algunos hilos por ti.
—¿Harías eso por mí?
…y mate.
—Vamos a hacer una cosa, si me firmas estos impresos estándar de aceptación agilizaremos los trámites y puedo darte un adelanto ahora mismo. Así te quedas más tranquilo.
—Gracias, Juanmi, de verdad, te debo una. No sabes la ilusión que me hace todo esto de la tienda.
Por ahora.
—Por favor, ¿para qué están los amigos si no? Coloca el dedo aquí, sentirás un pequeño pinchazo. Después mi secretaria te dará la dirección donde se realizan las pruebas y una cita para formalizar la transacción. Y no te preocupes por nada; mientras esté aquí me ocuparé personalmente de que tus emociones permanezcan a buen recaudo.
Despido al nuevo cliente con una sonrisa en los labios y palmaditas en la espalda, mientras abro la puerta de mi despacho. Noto algo en su expresión, pero no sabría decir qué es. Mierda, seguro que ha notado que tengo algo entre los dientes.
Pero en el fondo me da igual, tengo un nuevo cliente en la cartera y eso solo puede significar una cosa. He completado el cupo.
Como adivinando mis pensamientos, un nuevo mensaje aparece en la mesa táctil.
Enhorabuena, señor Bielsa:
La última adquisición de su cartera le capacita para recibir el ascenso solicitado en el departamento de Grandes Cuentas.
Su promoción al siguiente estrato se hará efectiva en los próximos quince días y le será comunicada la nueva oficina de destino.
También dispondrá de un nuevo paquete de ilusiones de su elección, dentro del catálogo proporcionado.
En cuanto comprobemos su expediente, uno de nuestros agentes comerciales le entregará todos los detalles.
Tenga un próspero día.
La dirección.
Me reclino en mi silla ergonómica, satisfecho. Por fin voy a salir de este agujero. Todos estos años enfrentándome estoicamente a los estratos más bajos de la sociedad han dado sus frutos. He sudado sangre por esta empresa, pero el esfuerzo ha merecido la pena. Solo espero que el nuevo destino tenga playa, aunque sea artificial. No aguanto esta jungla de polímeros ni un segundo más.
La proyección fantasmal de mi secretaria aparece de nuevo sobre la mesa.
—Señor, ha llegado un representante de la junta directiva. ¿Quiere que le haga pasar?
¿Ya? Es sorprendente la eficiencia de La Compañía.
—Por supuesto, querida. Que pase.
La puerta se abre y un tipo entrado en años y espigado atraviesa la puerta entregándome un sobre lacrado sin mayor presentación, lo cual me parece de muy mal gusto dado mi nuevo estatus.
—Señor Bielsa, nos acaban de informar de que se han presentado cargos contra usted por acoso sexual, lo cual supone una falta muy grave de la normativa interna de la empresa y de la legislación vigente.
—¿Acoso sexual? ¿De qué demonios me está hablando?
—Su antigua ayudante ha presentado hologramas que le muestran adoptando actitudes… francamente reprobables.
—Pero,… pero,… ¡Siempre he tenido una actitud cercana con mis ayudantes! ¿No es ese el lema de la empresa? ¿La cercanía por delante?
—Según los registros visuales, parece que su cercanía no era siempre por delante, señor. —Casi puedo notar como se relame este cabrón, detrás de un aparente rictus de indiferencia.
—¡Es que no lo entiende! ¡Mi antigua ayudante era un maldito cacharro!
—Dada la naturaleza de su puesto, debería saber que los derechos y los deberes de los organismos bioartificiales hace años que se equipararon a los de los estratos primarios —responde con frialdad—. Igualmente, no soy yo el que debe juzgar su caso. Me limito a informarle de que, hasta que se estudien las posibles implicaciones legales, esta empresa no puede permitirse el lujo de tener entre sus estratos elevados a individuos sobre los que pesen tales acusaciones.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Significa —responde lentamente, como si se dirigiese a un niño corto de entendederas— que queda suspendida su promoción automática con carácter inmediato. Será rebajado al estrato primario, quedando relegado a labores puramente mecánicas.
Esto no me puede estar pasando a mí. He puesto mis habilidades al servicio de esos cabrones y así es como me lo pagan. ¿Y todo por una palmadita inocente a un androide y alguna broma subida de tono? Pero no, seguro que lo entienden en cuanto vean en las grabaciones cómo se vestía y cómo iba provocando. Esto no es más que un absurdo malentendido.
—Por cierto, tiene usted algo entre los dientes.
¿Por qué sigue todavía aquí este picapleitos?
—No es una imagen muy higiénica con la que presentarse a los clientes potenciales, señor Bielsa, aunque dudo que eso tenga ya la menor importancia. Tenga usted un próspero día.
El tipo trajeado se da media vuelta, dejándome con la boca abierta y cara de estupefacción. Acto seguido entra la nueva secretaria con un enorme holoespejo, lo apoya en una silla y se marcha sin decir una palabra.
No es justo, he puesto mi vida al servicio de La Compañía. He renunciado a mucho y he hecho cosas terribles por alcanzar sus cuotas, mucho más graves que tener la mano larga. Mi única aspiración era progresar, alcanzar algún día los altos estratos, vivir sin preocupaciones. Ese era mi único deseo, la única ilusión que tenía. Y me lo han arrebatado todo por una minucia legal. ¿Cómo se pueden ser tan inhumanos?
Hundido, miro mi imagen en el holoespejo, amplificada un doscientos por ciento. El reflejo me devuelve una expresión desesperada enmarcando la blancura de una fila de dientes sintéticos perfectamente alineados, rota únicamente por una semilla negra de sésamo transgénico.
Un relato de Fernando D. Umpiérrez
Banda Sonora Opcional: Mr. Banker – Lynyrd Skynyrd