Todos los complejos son inicios

 

Este juego de palabras, que podría resultar un tanto tosco (todos los inicios complejos son complejos inicios), tiene para mí un poderoso significado, ya que explica un viaje que muchos repiten como un dogma hoy en día (el de emprender en sentido amplio), sin ser conscientes de las barreras que hay que romper a nivel personal ni de las secuelas que se producen cuando esa aventura no sale como esperábamos. Sin embargo, caer a veces desemboca en una catarsis que nos hace mejorar y querer volver a levantarnos con más fuerza.

Cuando el final del viaje es solo el principio

Hace algunos años decidí arriesgarme e iniciar un camino complicado y ambicioso, que desembocó directamente en el fracaso. Fue una empresa llena de baches, cuyo inicio y final ahora mismo no vienen al caso.

Lo cierto es que luché y me equivoqué. Aprendí de mis errores y descubrí que, entrenando un poco la retina, puedes llegar a conocer verdaderamente a las personas. A distinguir perfectamente las espinas de las flores.

Sin embargo, comenzar un viaje lleno de rocas con almas imantadas que desemboca en un callejón sin salida, puede suponer una catástrofe de la que tardas mucho tiempo en recuperarte. Te resistes a estar mano sobre mano; te formas y reinventas mientras tratas de encontrar el trabajo deseado, un camino de futuro o, con el paso del tiempo y el chasquido de cerrojos, cualquier cosa que te permita depender menos de aquellos que te quieren y confían en ti. Pero los ánimos flaquean poco a poco y semejante descalabro puede hacer que en lo anímico y emocional tu universo quede en pausa, atenazado por el miedo a emprender nuevas andanzas, lleno de inseguridades propias y ajenas desconfianzas, hasta el punto de que tus zapatos se van cargando de piedras que hacen más difícil cada paso.

[pullquote]Durante este proceso de inmolación social, solo algunas aristas ignífugas te alejan de la total calcinación.[/pullquote]

Y a este propio e irracional freno personal se añaden, progresivamente, sensatos y racionales frenos externos. Ya no solo por la falta de oportunidades que te obliga a vivir en ese limbo de los repudiados con falta de experiencia pero sobrecualificación, sino por palabras y miradas que te rodean paulatinamente y que terminan por minar tu moral con cada -¿cómo lo llevas?– que requiere explicaciones convincentes y planes de futuro, para no ser sucedidas por incómodos silencios.

Cada vez te cuesta más encontrar una senda que seguir en un mundo de continuas decepciones, pero no cejas en tu empeño, aun cuando a cada paso se incrementa la colección de fatídicos errores.

Y con el tiempo crecen las dudas, las sugerencias bien intencionadas que solamente buscan darte una salida estándar. Un cheque con el que llenar los incómodos vacíos y justificar el tiempo “malgastado”. Y aparecen las insinuaciones de que quizás no lo intentas con el suficiente ahínco, de que salidas hay si las buscas, y todos son consejos y ejemplos de éxitos personales que no deseas para ti. Pero aguantas las embestidas de realidad con impávida sonrisa y vaivenes de cabeza, pese a la mella producida por el peso de la incomprensión, que incrementa ese sentimiento de creerte incapaz en sentido literal. Una generalización semántica de la inutilidad que trae consigo la apatía y la culpabilidad.

Nunca recorras el camino solo

Durante este proceso de inmolación social, solo algunas aristas ignífugas te alejan de la total calcinación. Con suerte, una de ellas es la familia que siempre te ofrece techo, plato y alternativas, aunque no siempre las aceptes de buen grado.

Si la fortuna te sonríe, también puedes contar con un puñado de almas afines que, estando lejos o cerca, nunca dejas de sentir en contacto con tu espíritu; algunas hechas de antigua plata leal, unas pocas almas espinosas de un amarillo brillante y alguna que otra que termina por convertirse en el cálido naranja de un nuevo y prometedor amanecer.

En mi caso, además, cuento con dos piezas claves que me sirven de válvula de escape cuando la presión de la realidad amenaza con hacer saltar los remaches de mi coraza: El aikido y la escritura. Siempre he poseído esa irónica dualidad de pragmático redomado, que cree en el destino y en la magia a su manera, y la vida me ha ido demostrando que sin estas dos piezas clave, me hubiese perdido en un laberinto de penumbra; que no hubiese conocido a personas increíbles ni encontrado oportunidades de valor incalculable.

Comienza la aventura…

Si mi vida no hubiese dado aquel giro, introduciéndome en un camino tan ambicioso como catastrófico, no hubiese descubierto lo afortunado que soy y los anteriores párrafos quedarían desdibujados. Si no hubiese estado tan perdido, jamás me hubiese vuelto a encontrar entre poemas y relatos. Por eso estoy en deuda con todos y cada uno de los que me han mantenido a flote.

REMINGTON ANTIGUA

Imagen propiedad de Bruno Díaz

Busco cada día la forma de devolver el favor a los primeros tesoros de la lista; pero a las letras, que tanto me han dado, no se me ocurre mejor manera que encontrando el valor para crear este pequeño rincón en la blogosfera que, con el tiempo, quizás me permita emprender otra nueva y ambiciosa empresa. Porque los inicios pueden ser complejos, pero algunos complejos pueden dar lugar a prometedores inicios.

¿Te animas a acompañarme en mi camino?

 

Banda Sonora Opcional: The passenger – Iggy Pop

Publicado por Fernando D. Umpiérrez

Guionista, escritor, superviviente y tan biólogo como médico el Gran Wyoming. Un soñador empedernido encerrado en el cuerpo de un pragmático redomado. Observador impasible de realidades alternativas. Ahora sobrevivo como guionista de fortuna. Si buscas alguna historia y no la encuentras, quizás puedas contratarme...