Próxima estación

 

Le gustaba y hubiese deseado poder gustarle una milésima parte de lo que ella le deseaba entre sus sábanas.

Con un simple átomo de pasión se conformarían sus jóvenes pero cansados huesos, pues un átomo encerraba en su interior la energía de miles de universos. Un átomo podía crear y destruir mundos con la facilidad de una sonrisa y era capaz de producir reacciones poderosas, si se aplicaba la energía adecuada.

Pero ni ese átomo tenía, ni un electrón de cariño fue capaz de arrancar. Fracasó queriendo que el apuesto desconocido, que leía ausente en el asiento de aquel destartalado metro, levantase la mirada y anhelase la calidez de sus besos. Y cuando se carecía de aquella mínima partícula, todo se reducía a la inerte nada.

[pullquote]Fue una mirada rápida pero cómplice, a la vez que sorprendida, como si se acabase de dar cuenta de la extraña belleza que había estado delante de sus ojos.[/pullquote]

Seguro que él tendría novia, o puede que detrás de aquella fachada de distraído bohemio interesante, se escondiese la superficialidad más inmadura. Tal vez era un borde desmedido y seguro que follaba fatal. ¡Dios, por qué demonios no se fijaba en ella! ¿Qué podría tener de malo, para que aquel atractivo imbécil no levantase la cara del estúpido libro?

Sonó la metálica voz anunciando la próxima estación, al tiempo que él levantaba la vista. Sus ojos se encontraron fugazmente, mientras guardaba el libro en su mochila y salía por la puerta del vagón. Fue una mirada rápida pero cómplice, a la vez que sorprendida, como si se acabase de dar cuenta de la extraña belleza que había estado delante de sus ojos, sin percatarse después de tan largo trayecto, y que había dejado escapar. O al menos eso pensó ella. Todo terminó, incluso antes de empezar.

Sin embargo, se convenció inmediatamente a sí misma, de que el momento era su enemigo y que una atracción de semejantes fuerzas en aquellas condiciones podría haber originado, a la larga, un cataclísmico Big Bang. ¿Y quién ella era para desafiar al Universo?

Con la tranquilidad de quien acababa de salvar innumerables vidas del desastre, volvió a darle al play de su reproductor y siguió leyendo la novela gráfica que se acababa de comprar, sin percatarse del tímido joven que, desde el otro lado del vagón, la miraba día tras día de camino al trabajo, convenciéndose a sí mismo de que mañana encontraría el valor para preguntarle su nombre.

 

Un relato de Fernando D. Umpiérrez

 

Banda Sonora Opcional: La merda se’ns menja – Els amics de les arts

Publicado por Fernando D. Umpiérrez

Guionista, escritor, superviviente y tan biólogo como médico el Gran Wyoming. Un soñador empedernido encerrado en el cuerpo de un pragmático redomado. Observador impasible de realidades alternativas. Ahora sobrevivo como guionista de fortuna. Si buscas alguna historia y no la encuentras, quizás puedas contratarme...