Tribulaciones caseosas

Siguiente entrega de la antología «Esto lo contamos entre todos», que surgió como una manera de dar voz al subconsciente de todos aquellos que, durante la cuarentena que comenzó el 15 de marzo de 2020, se prestaron a participar en este experimento.

El resultado de ese esfuerzo fue un compendio de cuarenta y cuatro variopintos relatos de diversos géneros —desde comedia o drama, hasta ciencia ficción, realismo mágico o terror—, que crecían y se imbricaban poco a poco, conectándose entre sí para formar un universo complejo y orgánico en torno a los conceptos de pandemia, cuarentena y encierro en sus sentidos más amplios, pero con la suficiente entidad propia como para ser intemporales.

@JosinhoYanes fue sin duda quien más premisas aportó a esta locura de proyecto, y propuestas tan disparatadas como «Un queso que no puede dormir porque está rayado» hacen que les esté eternamente agradecido por ello.

Un auténtico desafío que no te dejará indiferente, aunque lo mismo te da hambre.

Tribulaciones caseosas

Llevaba dando vueltas en el tupper más de cuatro horas y, aun así, no conseguía pegar ojo.

—¿Qué mosca te ha picado ahora, Reggiano? —le espetó un botellín de cerveza después de que le golpease por tercera vez con el bordillo de la tapa.

—Pe- perdona, Ale, pero es que estoy… Estoy muy agitado con toda esta situación.

—Más agitado me tienes a mí, así que no me toques los cojones, que me va a saltar la chapa.

—La gente ahí fuera está haciendo unas locuras que flipas, tío, y tú lo sabes mejor que nadie. ¿Qué será lo próximo?

—¡Que algunos intentamos dormir aquí debajo! —maldijo un pimiento que había encendido la luz al abrir la puerta cuando separó el cajón.

Aquello descontroló la situación.

—¿Y de qué te quejas tú, si vives como quieres? —le recriminó a Reggiano una pastilla de levadura natural— Ahora les ha dado por hacer pan y yo ya no doy más de mí. Por lo menos doy gracias de que a mí me usan para lo que toca, que a la harina la ponen en un plato y meten la cabeza dentro, en plan reto viral. ¡Y eso lo he visto con mis propios hongos!

—Pues yo agradezco que se hayan pasado a la repostería, qué quieres que te diga… —murmuró una loncha de salmón. Un aguacate renegrido asintió con energía.

—A nosotros nos tenían hasta la pipa antes de toda la pandemia con la mierda’l Instagram, imagina ahora…

Resulta que a una nutricionista de la radio se le había ocurrido la brillante idea de decir que los pescados azules, los grasos y el aguacate eran alimentos ricos en vitamina D y recomendó consumirlos para no tener carencias por no poder ver la luz del día. Carencias de vitaminas, quiero decir, porque un hervor siempre les había faltado.

—Fue una escabechina… —recordó, traumatizada, una sardina, con la sombra de la rejilla marcándole la lata, y el ruido del motor de la nevera dando un puntillo dramático, rollo veterano de Vietnam.

El humus tuvo que darle la razón. Como ahora resultaba que los humanos hacían menos ejercicio, pues tenían que cuidar las calorías, y, mira por dónde, él era perfecto para untarlo en las tostadas, así que venga a tocarle los garbanzos todas las mañanas.

—Coño, pero lo de ustedes es una moda, ya se les pasará. Cuando se aburran de todo eso, ¿qué? ¿Eh? Yo he estado en pisos de estudiantes, tío. Sé lo que es tener que arreglar un plato de espaguetis con aceite a fin de mes. Son como animales. ¡Y tú no me mires así, que no eres ni una lager! —le soltó Reggiano a la cerveza antes de que levantase la chapa.

—¿No acabas de oír que ahora están con la coña de los postres? —le respondió Mascarpone— Si hay un queso que está jodido aquí es el menda, que como se les ocurra ponerse a hacer tiramisús, a ver cómo me lo monto. ¡Que esta gente no conoce!

 

—Ya te digo —resopló el quinto quesillo de la semana desde la bandeja superior—. Así les dé diabetes a estos cabrones, que me tienen en un sin vivir y solo estamos a martes.

—¡Tú no me hables de montar, a ver si voy a sacar la espuma a pasear! —gritó la nata.

«Calma, pueblo».

Una voz profunda y sabia resonó desde el fondo de la nevera y todos se callaron de inmediato. De entre las sombras emergió la silueta de medio limón arrugado.

—Llevo más tiempo aquí que todos vosotros juntos y os aseguro que esto pasará, como pasaron las rupturas sentimentales para los helados o las dietas paleolíticas para los bistecs y las chuletas —dijo el limón, solemne, meciéndose el moho con un gajo gurrumido—. Pronto volverán a su repostería procesada, sus encurtidos y sus platos para calentar al microondas.

—Y de nosotros solo se acordarán de pascuas a ramos —respondió una lechuga, calmando con la hoja a unos fresones temblorosos.

—Dios te oiga —dijeron las torrijas, agotadas.

Las palabras del limón apaciguaron la nevera y los ánimos se fueron calmando poco a poco. Daba hasta gusto ver a las zanahorias baby acurrucarse en el cajón de las verduras.

Justo antes de que el pimiento volviese a cerrar la puerta, la IPA se acercó a Reggiano.

—Perdona por lo de antes, colega. Estamos todos un poco nerviosos en realidad, pero ya escuchaste al viejo. ¡Así que ánimo y no te rayes!

Reggiano asintió, comprensivo, pero en la penumbra siguió con los ojos como platos. Lo que no entendía su colega es que ya era demasiado tarde. Llevaba casi toda su vida rallado, y esto no iba a cambiar de la noche a la mañana.

Un relato de Fernando D. Umpiérrez

A partir de la premisa de @JosinhoYanes:
«Un queso que no puede dormir porque está rayado».

«Esto lo contamos entre todos». © Todos los derechos reservados.

Banda Sonora Opcional: Supermassive Black Hole – Richard Cheese

Publicado por Fernando D. Umpiérrez

Guionista, escritor, superviviente y tan biólogo como médico el Gran Wyoming. Un soñador empedernido encerrado en el cuerpo de un pragmático redomado. Observador impasible de realidades alternativas. Ahora sobrevivo como guionista de fortuna. Si buscas alguna historia y no la encuentras, quizás puedas contratarme...