La petite mort
Fernando D. Umpiérrez el 7 de noviembre de 2019
En relato corto, íntimo y onírico que algún día espero que se convierta, gracias a la maravillosa mano de Jen del Pozo, en parte de una increíble novela gráfica antológica.
De momento te dejo la historia original que escribí hace ya varias vidas. Espero que te guste.
Me quito la ropa muy despacio, dejándola doblada en el borde de la barca. Permito que los rayos del sol difuminen mi cansancio. El agua está caliente para esta época del año.
Tras chapotear un poco y dejarme mecer por las olas, hundo la cabeza en las aguas cristalinas. Necesitaba un paréntesis del mundo y aquella era la evasión que más ansiaba. Solía disfrutar de la experiencia en compañía, pero esta vez quería abandonarme libremente a la falsa ingravidez que producía en mis sentidos.
En las profundidades intuyo mi objetivo, coronado por sargazos que se mueven ondulantes al son de la marea. Siempre me encantó sumergirme en los misterios de aquella caverna submarina.
Cojo aire y bajo muy despacio, rozando con los dedos el talud continental, recreándome en cada imperfección que se me ofrece. Me detengo un largo rato rodeada del silencio, controlando la respiración para no quedarme sin aire antes de tiempo, aunque la emoción lo hace muy difícil.
Una vez armada de valor, me adentro con regocijo en la opresiva oscuridad de la caverna, explorando un interior que durante horas será solo para mí. Un regalo que me he ganado a pulso tras una semana cargada de tensiones. En ese momento mágico de éxtasis, un destello al fondo de la galería llama mi atención.
Ahí está, llamándome con una cadencia palpitante, esquiva para quienes desconocen sus secretos. Una perla mágica cuya tonalidad y tamaño van cambiando de manera casi orgánica, invitándome a acariciarla, aunque algo hace que me detenga por instinto.
Sin embargo, la emoción es más fuerte que la prudencia y termino por alargar una mano temblorosa hacia mi oscuro objeto de deseo. Al tocarla, algo cambia sutilmente alrededor y tengo la certeza de que los acontecimientos que sucederán a partir de entonces serán irrefrenables.
Comienza con un ruido sordo que corre por mi cuerpo. Me recuerda al hormigueo en los oídos tras una noche intensa de conciertos, preámbulo de una partitura destinada a terminar con un tempo salvaje y visceral. Todo lo que me rodea se torna en un borrón apenas definido; y más allá de aquella fuerza cósmica que amenaza con colapsar sobre sí misma, la nada.
El calor se extiende desde el mismo núcleo hasta la punta de unos dedos que luchan por anclarse al lecho rugoso del océano, acelerando los latidos de un corazón exhausto. La realidad me llega a través de un denso filtro, silenciada por la energía que mana de cada poro de mi piel y, desesperada, noto cómo el aire se niega a penetrar en mi agitado pecho, apagando mi existencia con el último estertor.
Y, desde la oscuridad premonitoria, explota un abanico infinito de colores despertando mis sentidos y envolviéndolo todo alrededor. Es como una nebulosa de deleite que crece liberando la potencia de mil soles; y la vida, que casi había dado por perdida, se abre paso nuevamente a través de mi garganta, con un intenso gemido que emana de lo más profundo de mi ser.
Abro los ojos de repente, con la respiración entrecortada. A duras penas consigo apoyar mis manos, húmedas y arrugadas, en los bordes de la antigua bañera con forma de barcaza que ocupa buena parte de mi baño.
Me siento completamente relajada, con una mezcla de placer y agotamiento. Ha sido una experiencia tan intensa, que casi me he sentido renacer.
Un relato de Fernando D. Umpiérrez
Banda Sonora Opcional: Aqueous Transmission – Incubus
Publicado por Fernando D. Umpiérrez
Guionista, escritor, superviviente y tan biólogo como médico el Gran Wyoming. Un soñador empedernido encerrado en el cuerpo de un pragmático redomado. Observador impasible de realidades alternativas. Ahora sobrevivo como guionista de fortuna. Si buscas alguna historia y no la encuentras, quizás puedas contratarme...