Franz

Franz no era más que un tipo cualquiera, gris y aburrido de la vida, que sentía un profundo vacío. Como si los días no acabasen nunca de estar completos. Días que pasaban sin ser capaz de darle un rumbo a su vida.

Solamente Mona le había completado alguna vez. Pero Mona se había ido para siempre y nunca volvería. Y eso le atormentaba cada noche, al posar su cabeza sobre la almohada e imaginar qué cruel deidad había podido obrar para que ocurriese tal desastre.

Mona se había convertido en una caja hermética, oculta bajo miles de cicatrices, escondida en una profunda fosa inmóvil para que nadie supiese que estaba allí y Franz había intentado excavar, se había dejado las uñas removiendo el lodo de su conciencia pero, al final, todo volvía al mismo punto.

[pullquote]Pero Mona se había ido para siempre y nunca volvería.[/pullquote]

Franz sabía que había cometido muchos errores, pero ninguno que justificase aquella cruel y paulatina venganza y eso le entristecía. Porque cuando eres incapaz de discernir qué error has cometido, es prácticamente imposible tratar de subsanarlo sin cometer errores nuevos y de eso ambos sabían demasiado.

Lo peor es que ella seguía manteniendo su eterna sonrisa (aquella que se había granjeado el cariño de todos sus alumnos de instituto), pese aquella espesa niebla de nostalgia que borraba poco a poco toda conexión con el presente. Su nexo, otrora férreo, se sustentaba ya con apenas unos hilos hilvanados de cordura, en aquel desalmado juego de máscaras que conservaba intacta su inocencia.

No se podía creer que todo fuese a terminar así, con una desaparición repentina y una dilución paulatina de los recuerdos que Mona tenía de aquellos años. Pero así era y sería incapaz de remediarlo. De nada servirían las alarmas, las notas adhesivas o los lazos en el dedo. Para Mona, Franz no era más que un desconocido; un tipo cualquiera, gris y aburrido de la vida que venía de visita cuatro veces por semana.

La vida de Mona era una pizarra en blanco de anécdotas y caras, de nombres y memoria. Y aquel demonio, un cruel borrador implacable en su tarea.

Porque en la dura aventura de sus vidas, el  Alzheimer iba a ser su más temible adversario.

 

Un microrrelato de Fernando D. Umpiérrez

 

*Este relato es un homenaje a todos aquellos que sufren esta terrible enfermedad cuyo día mundial se conmemora el 21 de septiembre, pero en especial a quienes más la padecen; familiares y amigos que luchan día a día por quien apenas les reconoce.

 

Banda Sonora Opcional: Solo estoy solo – Mento

 

Una primera versión de este relato (con una temática distinta), fue traducido al francés e incluido, junto con Causa y efecto, en una antología de relatos de escritores españoles por parte del blog Lectures d’Ailleurs, asociado a la Université Paris Ouest. Puedes leer aquí la entrevista que me hicieron para su blog.

Publicado por Fernando D. Umpiérrez

Guionista, escritor, superviviente y tan biólogo como médico el Gran Wyoming. Un soñador empedernido encerrado en el cuerpo de un pragmático redomado. Observador impasible de realidades alternativas. Ahora sobrevivo como guionista de fortuna. Si buscas alguna historia y no la encuentras, quizás puedas contratarme...