Dark Water, de Kôji Suzuki

Un descenso a las cloacas de la naturaleza humana

Vidas ordinarias obligadas a enfrentarse a sucesos que pondrán sus realidades del revés. Esa es la base de todas las historias que conforman Dark Water (Kôji Suzuki, 1994), un compendio de relatos donde el agua, base primigenia de la vida, se convierte, aquí, en mensajera del terror en sus más diversas formas.

Una madre soltera y misándrica con una desconfianza patológica hacia el mundo exterior; un misóngino y maltratador psicológico con un retorcido sentido del humor; un marido egoísta e iracundo incapaz de deshacerse de los fantasmas del pasado; un déspota director de teatro. Estas son algunas de las piedras angulares —aunque no siempre los protagonistas— de relatos que llevan la angustia y el terror al fangoso terreno de lo factible.

¿Te atreves a sumergirte en la oscuridad?

 

El comienzo de la pesadilla

Kôji Suzuki es considerado por muchos como el padre del terror japonés moderno —o J-Horror— gracias a las múltiples adaptaciones cinematográficas que se han hecho de sus novelas y cuentos cortos. En especial Ringu (El círculo), dirigida por Hideo Nakata en 1998 y basada en la obra homónima escrita por Suzuki en 1994.

El film gira en torno a un vídeo maldito con la capacidad de matar a cualquiera que lo vea y tuvo tanto éxito comercial, que Gore Verbinski (si, el de Los piratas del Caribe) dirigió cuatro años después el inevitable remake americano, produciendo una auténtica eclosión de este subgénero nipón que invadió las carteleras y los videoclubs de la época con miles de títulos de un corte casi idéntico, incluyendo una adaptación de Dark Water basada exclusivamente en el primero de los relatos recogidos en el libro.

Si bien la revolucionaria visión de Hideo Nakata sirvió para redefinir el género de terror y catapultar la fama del autor de Dark Water a nivel internacional, la adaptación cinematográfica occidentalizada también produjo una inevitable simplificación del mensaje cargado de simbolismos y matices que el escritor transmite en sus novelas, al centrarse únicamente en el aspecto sobrenatural relacionado con los kaidan o cuentos tradicionales de fantasmas.

Como bien cuenta Jaume Vicent Bernat en este interesante artículo de su blog Excentrya, estos cuentos, arraigados en la cultura japonesa desde el período Edo, surgieron a raíz de un popular juego llamado Hyakumonogatari Kaidankaide, en el que varias personas se congregaban en una habitación donde cada uno debía contar una historia de fantasmas —o yūrei— para luego pasar a otra habitación y apagar una de las cien velas que disponían enfrente de un espejo.

Sin embargo, aunque gran parte de la bibliografía de Kôji Suzuki bebe directamente de estos relatos, el autor los utiliza como una mera herramienta para adentrarse en las luces y las sombras de la naturaleza humana.

Pero sería injusto achacar toda la culpa de esta simplificación a las versiones cinematográficas que nos han llegado a través de Nakata. En su artículo La lengua japonesa: el alma del Sol Naciente, Hashimoto Hidekichi nos da las claves para entender por qué trasladar una obra de la literatura japonesa a cualquier otro lenguaje supone un reto titánico:

«La lengua japonesa escrita es, a un tiempo, analítica y sintética, condensada y difusa; ha llegado a ser considerada como unas de las escrituras más abstrusas y de mayor peso mental […].

La dificultad de comprensión que ofrece la lengua escrita, aún en aquellos que la estudian con profundidad, supone una barrera insalvable para la apreciación directa, no sólo de su literatura, sino también de su idiosincrasia, la forma de ser del pueblo japonés.»

El cine, al fin y al cabo, es un lenguaje mediante el que tratamos de transmitir un mensaje y si algo caracteriza a la lengua japonesa es su capacidad para transmitir infinidad de mensajes en una sola frase. El problema es que si quieres que ese mensaje cruce fronteras y llegue al mayor número de personas, inevitablemente terminas filtrando muchos de los matices originales optando, en el caso de Nakata, por el efectismo en detrimento de la profundidad.

 

Un monstruo bajo la sábana

Dark Water destila una tensa calma a lo largo de siete historias cortas, hilvanadas mediante un prólogo y un epílogo que funcionan como las tapas de un dorayaki: dan perfecta forma a su oscuro contenido.

En ellas, Kôji Suzuki juega con la percepción sensorial de unos protagonistas frágiles y quebrados como antiguas muñecas de porcelana, que se aferran a la racionalidad para evitar sucumbir a la locura, incapaces de asimilar las situaciones extraordinarias a las que se enfrentan. Esto nos transporta inevitablemente a las mejores obras de Poe o Lovecraft, que abonan —en ocasiones de manera evidente— las raíces sobre las que se sostienen los relatos de autor. Y como ningún rizoma crece solo con sustrato, Suzuki inunda toda su bibliografía con otro elemento indispensable: El agua.

Puede que sea por su naturaleza insular, pero la tradición narrativa japonesa en general y sus relatos de fantasmas en particular, siempre han estado íntimamente relacionados con el agua, y la obra de Kôji Suzuki no es una excepción. En el caso de Dark Water, el agua no solo sirve como contexto, sino que funciona como receptor y, en ocasiones, catalizador de la paranoia, el miedo a lo desconocido, el aislamiento y la muerte.

En todas las historias existe, además del agua, un objeto material —ya sea una botella, un barco, un carrete fotográfico e incluso una mochila de Hello Kitty— que ayuda a vertebrar la acción, llegando a adquirir un protagonismo manifiesto. Al utilizar todos estos elementos terrenales, el autor consigue alejar nuestra atención del aspecto puramente paranormal y centrarla en el aspecto humano. A medida que nos adentramos en la acción, nos percatamos de la compleja personalidad de los personajes, de sus luces pero sobre todo de sus sombras, hasta dejar de preocuparnos en lo que les pasa, para a sumergirnos en cómo reaccionan frente a lo que les sucede, llegando a sentirnos más cercanos a su pasado que a su presente.

En definitiva, como el cuadro que atormentara a Dorian Gray, los relatos recogidos en Dark Water nos devuelven el reflejo de nuestras miserias, obligándonos a ponernos en la piel de sus protagonistas y a preguntarnos qué haríamos en su lugar. Porque Kôji Suzuki no cuenta historias de fantasmas, sino de unos monstruos más complejos: Los seres humanos.

  • Título original: Dark Water
  • Autor: Kôji Suzuki
  • Editorial: Satori
  • Nº de páginas: 240
  • ISBN: 978-84-942861-9-3

 

Publicado por Fernando D. Umpiérrez

Guionista, escritor, superviviente y tan biólogo como médico el Gran Wyoming. Un soñador empedernido encerrado en el cuerpo de un pragmático redomado. Observador impasible de realidades alternativas. Ahora sobrevivo como guionista de fortuna. Si buscas alguna historia y no la encuentras, quizás puedas contratarme...