Las rutinas de la locura
Fernando D. Umpiérrez el 26 de enero de 2022
Una nueva entrega de la antología «Esto lo contamos entre todos», que surgió como una manera de dar voz al subconsciente de todos aquellos que, durante la cuarentena que comenzó el 15 de marzo de 2020, se prestaron a participar en este experimento.
El resultado de ese esfuerzo fue un compendio de cuarenta y cuatro variopintos relatos de diversos géneros —desde comedia o drama, hasta ciencia ficción, realismo mágico o terror—, que crecían y se imbricaban poco a poco, conectándose entre sí para formar un universo complejo y orgánico en torno a los conceptos de pandemia, cuarentena y encierro en sus sentidos más amplios, pero con la suficiente entidad propia como para ser intemporales.
En esta ocasión la premisa era integrar dentro de la historia la frase «…pues no llueve tanto, dijo mientras escurría su gorra con…», propuesta por @josh_aren
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Las rutinas de la locura
El encierro obligatorio apenas había modificado sus rutinas. Intentaba estar sereno. Todas las mañanas corría media hora en la cinta para hacer cardio. Luego un desayuno ligero y salado, como habían recomendado en las noticias, por eso de no estar picando entre horas.
La verdad es que tampoco tenía mucho tiempo de aburrirse, entre retos virales, aplausos, yoga y estar al día de la última reivindicación en redes sociales; era fundamental mantener actualizada su indignación. Hasta se había hecho un horario con todas las videollamadas y directos a los que tenía que unirse, por horas y temática. La clave residía en estar activo y no sucumbir a la desidia.
Por supuesto que echaba de menos algunas cosas, pero no eran demasiado importantes. Quizás ese paseo de camino al trabajo con los primeros rayos del sol, el agradable calor humano del metro, con su crisol de olores y culturas, los ánimos para superarse —un tanto efusivos, a lo mejor— del encargado del restaurante donde trabajaba. Incluso las profundas conversaciones con su cuñado le daban algo de nostalgia; todo un reservorio de conocimiento práctico para el día a día. Pero lo que más echaba de menos, era el agradable tacto de la lluvia regresando de madrugada, tras horas extras que una gran cadena no se podía permitir pagarle.
Se esforzaba mucho para paliar esas minucias. Todos los días se levantaba a las cinco de la mañana y caminaba en la cinta con un flexo apuntándole en la cara, eso le daba mucha tranquilidad. Luego el desayuno matinal. Pero de pie, que no convenía dormirse en los laureles. Y de ahí, se vestía con su polo y su gorra corporativa, se salpicaba un poco con aceite de fritanga y descansaba unos 45 minutos agarrado a la barra de dominadas y rodeado de alfombras viejas enrolladas para una dosis extra de realismo.
Tras mejorar el número de toques al rollo de papel, preparaba la comida con un ventilador encendido a su espalda, al que ingeniosamente había atado unos 200 matasuegras. Finalmente, leía y compartía por WhatsApp todas las noticias que le enviaba su cuñado con la cura que los reptilianos fabricaban en secreto a base de esperma de murciélago albino, por aquello de no perder las buenas costumbres.
Y, tras el quinto aplauso de la tarde, por fin llegaba su parte favorita. Con su uniforme, impecablemente desgastado —aún no le llegaba para comprarse uno nuevo y le había terminado por coger cariño—, se metía en la bañera y caminaba despacio en el sitio, con el fino gotear de la alcachofa resbalando por su cara.
—Pues no llueve tanto —dijo, mientras escurría su gorra con los nudillos casi blancos y su gato le miraba desde la puerta, negando levemente con la cabeza.
Un relato de Fernando D. Umpiérrez
A partir de la premisa de @Josh_aren:
«…pues no llueve tanto, dijo mientras escurría su gorra con…».
Banda Sonora Opcional: Psycho Killer – Talking Heads
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- Categoría: Esto lo contamos entre todos, Relatos cortos
- Etiqueta: agonía, confinamiento, Drama, Humor, locura, pandemia, relato, rutinas
Publicado por Fernando D. Umpiérrez
Guionista, escritor, superviviente y tan biólogo como médico el Gran Wyoming. Un soñador empedernido encerrado en el cuerpo de un pragmático redomado. Observador impasible de realidades alternativas. Ahora sobrevivo como guionista de fortuna. Si buscas alguna historia y no la encuentras, quizás puedas contratarme...