Habitación libre (1/3)

Habitación Libre es un relato surrealista en tres partes sobre la problemática de la vivienda en las grandes ciudades, llevado a un futuro lejano en el que la cosa no parece haber mejorado, sino todo lo contrario.

Clara y Jorge se enfrentarán al dilema de alquilar o no una habitación que ha quedado libre en su minúsculo piso compartido. Las consecuencias de su decisión irán más allá de lo que jamás hubiesen imaginado…

 

MADRID, 2.135.

Una gota azul resbala hacia el abismo inexorable, corriendo por el vértice de un vaso hexagonal. Arrastrando a otras en su caída. Ganando velocidad por el peso de sus compañeras. Corriendo sin descanso, cada vez mayor, hasta hundirse el océano sintético de una alfombra de chenilla.

Clara mira el vaso con el ceño fruncido, mientras sostiene otro idéntico en la mano.

—Al menos podrías ponerle un posavasos…

Al otro lado de la habitación, apoyado en el marco de una ventana acristalada, está Jorge mirando una panorámica de enormes edificios cenicientos, desde la inconmensurable altura de aquella megaconstrucción de microapartamentos. La titánica Puerta de Europa, en forma de enorme X después de la ampliación de 2050, marca, en la distancia, un tesoro que nadie quiere ya encontrar. Toda la imagen ondula por el calor imperante en el exterior.

En la pared, justo a la altura de su cabeza, un dispositivo de aerotermia ronronea como un gato, emitiendo un suave latido luminoso.

—Es el fin, Clara —responde Jorge, sin dejar de observar por la ventana—. Siglos de evolución para terminar hacinados en enormes ataúdes verticales, sin futuro, sin intimidad.

Clara suspira y se levanta de la raída alfombra en la que está sentada, coge un posavasos y un par de palitos de neón de una estantería, y regresa a su sitio. Luego, levanta con cuidado la copa de Jorge y la coloca, sobre el posavasos, encima de una mesita baja calzada con una antigua baraja de cartas.

Con uno de los palitos de neón remueve el contenido de su copa, que destella como una nebulosa. El calor es agradable pero opta igualmente por recoger su larga melena plateada en un moño con la ayuda del otro palito de neón. Al hacerlo, su pelo comienza a cambiar de color a lo largo de todo el círculo cromático.

—Somos el final de la cadena trófica, ¿es que no te das cuenta? —Jorge acaricia el dispositivo, ausente— Si no fuese por este pequeñín, ni siquiera dispondríamos de aire en esta cárcel de hormigón.

—¿No crees que estás siendo un poquito exagerado?

—¿Exagerado? Siento que me asfixio, Clara. Y tú en lo único que piensas es en abrir la puerta a criaturas aberrantes dispuestas a terminar con nuestra vida, tal y como la conocemos.

—¡Es solo un anuncio para buscar compañero de piso, por el amor de Jobs!

Jorge cruza la estrecha habitación escasamente iluminada y se acerca a Clara, dejándose caer en un desgastado sofá, junto a ella.

—¿Es realmente necesario? —pregunta Jorge quitándose unas lentes sin montura y restregándose sus ojos color púrpura.

—Este ataúd vertical no se paga solo, ¿sabes? —responde Clara, malhumorada— Y tu preciado aparato de aerotermia es la diferencia entre los respirables veintidós grados de aquí dentro y los tóxicos y potencialmente mortales sesenta y cinco del exterior, así que si quieres conservarlo, es esto, o perder tus últimos créditos en jugar una Bitniela.

Jorge respira profundamente, contiene el aire como si no quisiese nunca desprenderse de él, y lo suelta finalmente con una larga exhalación.

—De acuerdo, está bien. Enséñame lo que tienes.

Clara le mira de reojo, disimulando una sonrisa, y comienza a manipular una rueda plateada situada en su sien, haciendo que el cristal de la ventana se oscurezca paulatinamente y una pantalla holográfica se proyecte desde sus retinas hacia la pared situada enfrente del sofá. En la pantalla se puede leer el siguiente texto:

“Buscamos compañero o compañera de piso de entre veinticinco y treinta y cinco años, simpáticarroba, limpiarroba y sociable.

El piso es amplio, luminoso y céntrico.

DISPONE DE SISTEMA AEROTÉRMICO Y FILTRO ANTIMUTACIONES”

—¿Nuevallecas se considera centro? —pregunta Jorge con una mueca.

—No sales mucho de casa, ¿verdad? —responde Clara— Hasta Toledo es todo casco antiguo, tío. ¡Madroid es una urbe en expansión!

—Vale, continúa… —dice Jorge dubitativo.

Clara comienza a parpadear rápidamente, mientras un cursor va completando el texto.

—Trescientos créditos más gastos, teléfono de contacto, bla, bla, bla…

—Ponle cuatrocientos.

—¡Eso es una barbaridad! —exclama Clara.

—¿No decías que Madroid era una urbe en expansión? —pregunta Jorge— Además, si voy a renunciar a mi espacio, que al menos sea por una buena causa.

Clara pone los ojos en blanco, haciendo que todo el texto pase a Comic Sans.

—Vale, está bien —responde Clara parpadeando de nuevo—. Listo, ¿cómo lo ves?

—¿Y lo que te dije de las fiestas? —pregunta Jorge— Mira que como nos venga una de esas selenitas locas de intercambio…

—¡Ay, hijo, no seas agonías! Que un meneíto de vez en cuando tampoco te va a matar…

—No soy yo el que está desesperado por un meneíto… —murmura Jorge.

—A ver, Jorge. La habitación, vacía, no puede estar. Así que ya me dirás cómo lo hacemos.

—Es que Nuria era perfecta… —dice Jorge.

—Ya, guapo, pero los “trascendidos” no son muy de alquilar habitaciones.

—Creo que lo de renunciar a lo material se les está yendo un poco de las manos, la verdad —Jorge niega apesadumbrado con la cabeza—. Tendríamos que haberla convencido para salir de esa secta antes de convertirse en nebulosa. Con una masa de polvo no se puede razonar.

—Mira, yo no me puedo permitir pagar la mitad de este piso. ¿Y tú? —interrumpe Clara, irritada.

—Está bien, envíalo. Ya filtraremos en las entrevistas

—Eso si es que viene alguien con este precio… —murmura Clara.

Clara guiña un ojo hacia la pantalla y el texto se va desvaneciendo suavemente.

—Bueno, pues ya está, a esperar a ver si…

Un inquietante murmullo interrumpe las palabras de Clara. El sonido, proveniente del exterior, va aumentando en intensidad, acercándose poco a poco.

El neón comienza a repiquetear dentro de la copa de Clara, que mira a Jorge confundida. Ambos se incorporan lentamente, inquietos.

En la superficie del líquido azul se forman ondulaciones concéntricas.

—¿Qué demonios…?

La pregunta de Jorge queda interrumpida por un repentino y creciente temblor en la puerta de la entrada. Comienzan a escucharse golpes al otro lado. Clara da un paso en dirección a la puerta, pero antes de que pueda reaccionar, ésta vuela en mil pedazos, mientras ambos caen al suelo por la onda expansiva.

 

Continuará…

Un relato de Fernando D. Umpiérrez

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Banda Sonora Opcional: No Shelter (RATM Cover) – Brass Against

 

Publicado por Fernando D. Umpiérrez

Guionista, escritor, superviviente y tan biólogo como médico el Gran Wyoming. Un soñador empedernido encerrado en el cuerpo de un pragmático redomado. Observador impasible de realidades alternativas. Ahora sobrevivo como guionista de fortuna. Si buscas alguna historia y no la encuentras, quizás puedas contratarme...