Al fondo a la derecha

Aquella figura, que le devolvía la mirada desde el escaparate del Café de las almas perdidas, le era completamente ajena. No recordaba exactamente cuándo había comenzado a renegar de su cruel anatomía, oponiéndose a la resignación de aceptar el resultado de unos dados que nunca le habían dejado lanzar.

Con un profundo suspiro, proyectó toda la rabia contenida hacia el desconocido reflejo, cubriéndolo con una agradecida nebulosa de vaho, y se dispuso a entrar en aquella cafetería con nombre de película francesa. No tardó en localizar a su madre al fondo del establecimiento, sentada en la misma mesa donde la esperaba todos los días a las cinco de la tarde.

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El vínculo

Floto ingrávida entre sueños inconexos, ajena a cualquier preocupación. Alejada del presente, del pasado y del futuro. Me envuelve por completo una deliciosa sensación de oscura calidez, apenas comparable con cualquier otra que recuerde.

De repente, todo mi universo desaparece con una sacudida que me empuja a través de un agujero de gusano.

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Cuando la música atraviesa la frontera de mis cascos

Imágenes mudas corrían vertiginosamente en una infinidad de ventanas artificiales. Visiones mecánicas del presente, el futuro y el pasado nos golpeaban con el más que dudoso fin de hacer el viaje más ameno.

Ya casi había renunciado a la ilusión de emprender una aventura de aquella índole y, sin embargo, una mezcla perfecta de azar, sacrificio y un ángel de inconmensurable generosidad contribuyeron a elaborar con mimo la receta que haría perdurar en mi memoria el dulce regusto de la vorágine melómana que estábamos a punto de vivir.

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Jubilación en diferido

La frente, arada por los surcos de la memoria y abonada por infinitas semillas de conocimiento, estaba enmarcada por un pelo níveo, corona de muchos años de pensamientos, y por unas cejas oscuras como la noche, que parecían peleadas con el resto de su pelo.

Tenía un aspecto abatido, seguramente a causa de aquella mirada perdida en habitaciones lejanas cargadas de recuerdos y de la espalda encorvada por el peso de los años. Pero todo rastro de desánimo se disipaba automáticamente al ver la rejuvenecedora sonrisa de los niños que entraban en aquel establecimiento, acompañados por sus padres.

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