Jubilación en diferido
La frente, arada por los surcos de la memoria y abonada por infinitas semillas de conocimiento, estaba enmarcada por un pelo níveo, corona de muchos años de pensamientos, y por unas cejas oscuras como la noche, que parecían peleadas con el resto de su pelo.
Tenía un aspecto abatido, seguramente a causa de aquella mirada perdida en habitaciones lejanas cargadas de recuerdos y de la espalda encorvada por el peso de los años. Pero todo rastro de desánimo se disipaba automáticamente al ver la rejuvenecedora sonrisa de los niños que entraban en aquel establecimiento, acompañados por sus padres.
Retazos de una vida cualquiera
El día se mostraba como un lienzo en blanco, sin construir, vacío de nubes en el cielo.
Aquella engañosa sensación de calor escondía un gélido viento, que barría de un plumazo toda sensación de confort y entumecía el espíritu, transmitiendo un extraño estado de ánimo carente la nostalgia de los nublados días de otoño, pero siendo apenas un pálido boceto del plácido abandono de los días de verano. Una tierra de nadie en medio de las estaciones. Un limbo meteorológico.
Causa y efecto
Un día frío es todo lo que necesitamos para darnos cuenta de que nuestra vida ha dado un cambio de rumbo. Eres incapaz de discernir si ese incómodo temblor es producto del cambio prematuro de estación o resultado del miedo a lo desconocido. Esa sensación incómoda nos impide concentrarnos y nos invoca a recapacitar en un instante, sobre todos los pasos realizados a lo largo de nuestra vida.
Paradójica actitud
ALFA
Andrea se sentaba cada día a tomar su pieza de fruta en un banco cercano a la facultad. Necesitaba esta rutina para mantenerse serena el resto del día. No importaba qué fruta fuese, siempre que fuese fruta, en ese banco y sin compañía; formaba parte de ella y por algún absurdo motivo le hacía sentirse especial. Aquel era su rincón oculto y personal. Daba igual si hacía frío o calor, si había tenido un día pésimo o si se habían vuelto a reír de ella. Era su momento y nada podría estropearlo.
Un día, dirigiéndose ansiosa a su edén entre el asfalto, observó una figura lejana que fue tomando forma mientras se acercaba. Parecía un muchacho y… ¡Oh Dios mío, estaba sentado justo en su banco! No podía ser, aquel banco estaba en la parte trasera de la facultad, raído por los años y la falta de uso; nadie lo usaba excepto ella.
Consciencia
Caminaba, como siempre, sumido en mis pensamientos, haciendo balance de lo pasado y lo porvenir. Siempre diseñando planes, como si lo improvisado fuese un sentimiento pecaminoso capaz de hacerme caer en el más profundo de los abismos. De repente, un pequeño ratón se cruzó en mi camino y me miró a los ojos con aire temeroso, pero con cierto brillo de curiosidad.
Lucy
Lucy siempre había velado por aquellos a los que amaba, guiando sin querer ser guiada, como un faro que evita que los bajeles pierdan el rumbo y encallen por culpa de su propio peso, iluminando sus almas sin iluminarse nunca a sí misma.
Hara
Llevaba toda su corta vida preparándose para aquello. Hara se entrenaba concienzudamente para la tarea para la que había nacido. Día tras día estiraba todos los músculos, tomaba un breve desayuno, un poco de agua y salía a correr.