Calamitoso desencuentro

Como todos los domingos, me dirigía tranquilamente a comprar el periódico y una barra de pan a mi kiosco predilecto, en esa prematura hora en la que se mezclan la resignación del empleado obligatorio, el entusiasmo de deportista patológico y la embriaguez difusa de trasnochador. A medio camino me crucé con una mujer entrada en años, de oronda figura y análogo humor, que me paró alegando tener cierta amistad con mi familia.

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